¿Qué es el bonapartismo?


 

Por Jesús Valdez

El bonapartismo es un fenómeno llamado así en el argot marxista en alusión a dos acontecimientos históricos en Francia durante los siglos XVII y XVIII:


1. El golpe de Estado dado por Napoleón Bonaparte el 9 de noviembre de 1799. Dicho acontecimiento es también conocido como “El golpe de Estado del 18 Brumario” conforme al calendario republicano.


2. Un nuevo golpe de Estado asestado por Luis Bonaparte el 2 de diciembre de 1851, sobrino de Napoleón.

 

El primer golpe asestado por Napoléon contra la última forma de gobierno de la revolución francesa (el directorio), fue el preludio para el restablecimiento del régimen monárquico con Napoleón nombrado emperador en diciembre de 1804.

 

El segundo golpe fue asestado por Luis Bonaparte bajo condiciones históricas distintas pero que tenían sin embargo un rasgo en común, el cual fue percibido y resaltado por Carlos Marx en su obra “El 18 brumario de Luis Bonaparte”: cuando las clases sociales se han enfrentado durante un periodo más o menos prolongado y se encuentran en una posición de desgaste y debilidad que les lleva a no tener la fuerza suficiente para seguir luchando o imponer su hegemonía, los Bonaparte encontraron las condiciones propicias para ascender al poder y ponerse precisamente por encima de estas clases en pugna a través del aparato militar.

 

En el parlamento, la nación elevaba su voluntad general a ley, es decir, elevaba la ley de la clase dominante a su voluntad general. Ante el poder ejecutivo, abdica de toda voluntad propia y se somete a los dictados de un poder extraño, de la autoridad. Por tanto, Francia sólo parece escapar al despotismo de una clase para reincidir bajo el despotismo de un individuo, y concretamente bajo la autoridad de un individuo sin autoridad. Y la lucha parece haber terminado en que todas las clases se postraron de hinojos, con igual impotencia y con igual mutismo, ante la culata del fusil “.

 

Para el marxista británico Alan Woods: “Napoleón maniobró entre las clases, apelando ahora a la derecha y después a la izquierda, para fortalecer su propia posición. A la burguesía le prometió orden y el final de los disturbios revolucionarios, mientras que a los soldados les hablaba demagógicamente de salvar la revolución de los conspiradores monárquicos. No era ni lógica ni consistente. No necesitaba serlo. Tenían 80,000 argumentos excelentes encarnados en sus soldados. El ejército tenía la espada pendiendo sobre la cabeza de sus enemigos que él utilizaba en cualquier momento.

 

 

BONAPARTISMO PROLETARIO

 

Tras la victoria de la revolución de octubre de 1917, las duras condiciones de la Primera Guerra Mundial, una guerra civil donde murieron millones de personas, la muerte de uno de sus principales dirigentes (Lenin) y el desgaste de las clases sociales en pugna, se generaron las condiciones para el ascenso de una casta burocrática al poder en la Rusia soviética. Tras hacerse del poder, sus primeras acciones se encaminaron hacia el juicio, calumnia y asesinato de prácticamente todos los dirigentes del partido que hizo posible el “octubre rojo”: el partido bolchevique. El último sobreviviente de estas purgas fue León Trotsky, quien además de dirigir dos revoluciones (la de 1905 y el octubre de 1917), estudió este fenómeno y el tipo de régimen resultante de la contrarrevolución política en Rusia al que denominó “bonapartismo proletario”. Se trata de un régimen con distinta naturaleza de clase al de los bonapartismos de los siglos XVII y XVIII, ya que mientras estos servían a una clase social en lo específico (la burguesía), el régimen estalinista se encontraba incrustado en un estado obrero con deformaciones burocráticas. Sin embargo, ambos regímenes son de naturaleza contrarrevolucionaria.

 

LA POSGUERRA Y LOS BONAPARTISMOS DEL SIGLO XX

 

La primera mitad del siglo XX se caracterizó por una oleada mundial de crisis, guerras y revoluciones. Después de la Segunda Guerra Mundial y la consolidación del llamado “Bloque Socialista”, la forma más característica de los regímenes políticos fue el bonapartismo, cuyos fieles representantes fueron Stalin en la extinta URSS, De Gaulle en Francia, Mao en China, Franco en España, Pinochet en Chile, Tito en Yugoslavia, Perón en Argentina y Fidel Castro en Cuba, por citar algunos ejemplos. “Aún los países que tuvieron regímenes democrático-burgueses en esta era como los Estados Unidos, tuvieron fuertes rasgos bonapartistas” se puede leer en el número 2 de la Revista Pluma1.

 

La investidura que tomaron estos regímenes, corresponden directamente a la polaridad generada en la geopolítica mundial en dos bandos: la URSS y los Estados Unidos. A este periodo se le conoce como la “guerra fría”. Así algunos países como Yugoslavia, Hungría, Bulgaria, Checoslovaquia, Polonia, Rumania y Alemania Oriental fueron adheridos al bloque soviético. Mientras tanto, los Estados Unidos establecen una alianza con Alemania del Occidente al mismo tiempo que imponen gobiernos títeres en toda América Latina con fuertes rasgos bonapartistas y dictatoriales, encaminados hacia el aplastamiento del movimiento obrero. Ejemplos clásicos de ello son gobiernos como el de Fulgencio Batista que tuvo un par de mandatos entre 1940 y 1959 cuando fue derrocado por la revolución cubana; Alfredo Stroessner que dirigió Paraguay de 1954 hasta su derrocamiento en 1989; Jorge Videla que ascendió al poder en Argentina el año 1976 mediante un golpe de estado, Humberto Alencar Castelao Blanco quien también llegó al poder mediante un golpe de estado el 31 de marzo de 1964. Caso similar es el de Augusto Pinochet que ascendió al poder -para variar- mediante otro golpe de estado contra el gobierno de Salvador Allende en el año 1973. Todos estos regímenes y otros más que no incluimos aquí por nociones de espacio, se caracterizaron por su carácter sanguinario, la desaparición forzada de miles de opositores y una forma dictatorial de hacer política.

 

FINALES DE LOS 80´S E INICIO DE LOS 90’S: LAS REVUELTAS OBRERAS Y EL FIN DE LAS DICTADURAS MILITARES

 

La década de los 80´s y 90´s del siglo XX se caracterizó por una serie de revueltas obreras en todo el mundo y la caída de las dictaduras bonapartistas clásicas, tanto las dictaduras militares de América Latina como las soviéticas, todo esto como producto de una rebelión mundial del proletariado, dando paso a gobiernos demo-burgueses, o kerenskistas, es decir gobiernos emanados de procesos revolucionarios y derrotas electorales del viejo régimen.

 

Chile, 1988. A dos años de sufrir un atentado del que salió ileso y como producto de una fuerte movilización popular acompañada de huelgas generales, el dictador Augusto Pinochet se vio obligado a convocar a un referéndum para que el pueblo chileno decidiera si este debía permanecer en el poder o por el contrario debía renunciar. El plebiscito tuvo como resultado el “no” con un 54.71% contra un 44.01% de votantes por el “sí”, posteriormente se convocó a elecciones parlamentarias y presidenciales en diciembre de 1989. El 11 de marzo de 1990 asumió el cargo de presidente el demócrata cristano Patricio Aylwin.

 

Caída del muro de Berlín y el fin del bloque soviético. Paralelamente en noviembre de 1989 el Partido Comunista de la Alemania oriental anunció la libertad para viajar hacia Alemania occidental a través de una visa, rápidamente los trabajadores tanto de oriente, como de occidente comenzaron a tomar las calles y a aglutinarse en ambos lados del muro hasta que este cayó a martillazos. En los años anteriores ya se podían ver revueltas obreras en Alemania oriental que el estalinismo de la época caracterizó como revueltas pro-imperialistas. Detrás de esta falsa propaganda estaba el impulso de los trabajadores por derrocar dictaduras en todo el mundo ya fueran de derecha o de “izquierda” en pos de sus propios intereses concretos como el derecho de huelga, de manifestación, de reunión y de asociación. Un año más tarde, en diciembre de 1991 Mijail Gorvachov anuncia su renuncia y el fin de la URSS tras una ola de sublevaciones de trabajadores rusos y movimientos nacionales independentista.


Estos hechos significan el fin de la llamada “Guerra Fría” y la victoria de la hegemonía capitalista. Había incluso quienes hablaron del “fin de la historia”, pero eso es parte de otro cuento. Muy pronto los ideólogos y estrategas del capital se dieron cuenta que la paz y la “estabilidad” del neoliberalismo como régimen económico era solo apariencia.


1 Revista Pluma. Primavera de 2006. 

Imagen: Detalle de retrato de Napoleón Bonaparte.



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