Fragmento de la
intervención de Nahuel Moreno en el cierre de la Conferencia de Fundación de la
LIT-CI en 1982
Para comenzar, compañeros,
quiero hacer dos aclaraciones con respecto a los textos de esta Conferencia y a
los artículos más importantes editados en los últimos meses. Todos ellos están
centrados en la polémica con la dirección de la OCI(u) francesa. Esto puede
llevarnos a un equívoco: creer que nuestro combate contra el revisionismo
trotskista se centra contra la OCI(u). No es así. El objetivo de nuestra
polémica sigue siendo el SU. En ese sentido, somos herederos de la CI(CI). El
que estuviéramos en la misma organización provocó, al romper con ella, que el
centro de la polémica se desplazara momentáneamente del SU a la OCI(u). Pero
esto es coyuntural, mientras terminamos de separarnos del lambertismo.
Es el SU el que desde hace
tres décadas está practicando esta política que hoy combatimos en la OCI(u).
Casi no hay diferencias entre ambas organizaciones y Pablo en la política para
Francia. Es difícil determinar cuál de ellos está más a la derecha o a la
izquierda. Pensábamos, en una introducción a mi artículo “La traición de la
OCI” o en otro trabajo, señalar cómo hay un acuerdo casi total entre las
organizaciones lambertista, pablista y mandelista en Francia, y que después de
haberse combatido entre sí durante décadas, hoy día, ante el gobierno de
Mitterrand, las tres tiran juntas, tienen el mismo programa y casi la misma
táctica. Por consiguiente, sigue nuestra vieja batalla con el SU, al que se le
ha sumado como apéndice la OCI(u).
Una segunda aclaración:
como ya dijimos, teníamos la intención de hacer una introducción al artículo
que, por razones de cansancio, no hicimos. Queríamos demostrar que la política
de la OCI(u) para Francia es cualitativamente igual a la del SU para Nicaragua
pero, en varios aspectos, mucho peor. Es decir que todo el ataque que llevamos
adelante con Lambert, Just y Favre contra la política del SU en Nicaragua es
exactamente el mismo que llevamos a cabo hoy día contra Lambert en Francia,
pero con el agravante de que en Francia se trata de un gobierno frentepopulista
de un país imperialista, que surgió por un proceso electoral. Es decir, no
existe la justificación –de todos modos inadmisible– de que se cedió a una
revolución, como podría argumentarse en el caso de Nicaragua. Es decir, la
capitulación de la OCI(u) es mucho peor, inclusive por los tipos humanos a los
que capitula.
Tomás Borge o cualquiera
de las grandes figuras del FSLN no tienen nada que ver con ese repugnante gentleman de
Mitterrand y sus socios, preparados por la burguesía francesa durante 40 años
para que cumplan su actual rol de agentes gubernamentales de ella.
Hechas estas dos
aclaraciones, quiero señalar a la pasada que, en verdad, estamos un poco
anonadados por la posición de la OCI(u), ya que nunca creímos que traicionaría
así al trotskismo.
Nos hemos encontrado con
fenómenos impactantes. Investigando Informations Ouvrières descubrimos
que nunca, nunca, habían defendido a los presos de la ETA en Francia desde que
subió Mitterrand. Pero esto no quiere decir que tengan razón los compañeros que
se apoyan en esa imprevisión y sorpresa nuestra para llegar a la conclusión de
que fue un error haber construido la CI(CI).
Ayer, el compañero de
Suecia señaló que la unidad fue positiva porque nosotros aprendimos del CORCI.
Tiene razón, aprendimos varias cuestiones, una de ellas fue y es de fundamental
importancia: la del aparato del Estado y de los regímenes burgueses. La
dirección de la OCI(u) había desarrollado más que la FB lo qué significa el
aparato de Estado y los regímenes en el proceso revolucionario.
Compañeros, no quiero
hacer un informe exhaustivo por la sencilla razón de que para un trotskista los
principios básicos de una política revolucionaria ante los gobiernos
frentepopulistas son más que conocidos. Es una cuestión más que sabida, requetesabida.
Sigo creyendo que no puede haber trotskista que se reivindique como tal que no
opine que si uno denuncia todos los días como traidores a los partidos
socialista y comunista cuando no están en el poder, a partir de que suben al
gobierno imperialista y contrarrevolucionario se los debe denunciar más que
nunca; si antes lo hacíamos diariamente, ahora lo deberemos hacer a cada minuto
del día.
Tratando de ahondar en
este problema, nos encontramos con que Lenin y Trotsky, respecto de los
gobiernos frentepopulistas, habían tenido un análisis y una política idénticos,
pero no habían hecho una elaboración acabada en ningún trabajo. Que este
problema, que creíamos tan sencillo, estaba lleno de sutilezas.
Por ejemplo, Lenin
escribió infinidad de trabajos en los que señala que no se da ningún apoyo a
ninguna medida de un gobierno como los de Rusia en el año 1917, y que tampoco
se hace el menor acuerdo o frente con los partidos obreros traidores que forman
parte de él. Respecto del apoyo a las medidas de los gobiernos burgueses, de parte
de Trotsky hay sólo lo que citó el compañero E. [de EEUU], sobre la respuesta a
Shachtman, y la política de la sección francesa en relación con las medidas de
Blum en 1936, que contó con su apoyo o consejo.
Ambas posiciones del viejo
son muy claras: apoyar medidas del frentepopulismo es traición.
Desgraciadamente, no hay ningún folleto ni trabajo de Trotsky dedicado
específicamente a este tema. En cambio, en relación con los gobiernos
frentepopulistas y con los partidos traidores que lo integran, hay tajantes y
categóricos artículos de Trotsky en los que exige su denuncia permanente y la
necesidad de movilizar a las masas contra ellos. Debido a ese carácter
coyuntural y periodístico de los trabajos de Lenin y Trotsky sobre el
frentepopulismo y el kerenskismo, hay problemas teóricos abiertos que debemos
discutir.
Por ejemplo, el del frente
obrero, que no sólo debemos estudiarlo en relación con esta discusión sino [en
relación] con las propias tesis. Hemos elaborado un documento sobre el frente
obrero, pero como vemos que los compañeros están muy agotados lo vamos a pasar
a discusión para la próxima Conferencia. [sic]
A la pasada, el compañero
A. [de Venezuela] dijo algo muy importante: ¿en qué medida la trasformación,
por parte de la OCI(u), de la táctica del frente único obrero en un principio y
una estrategia es una de las claves fundamentales para comprender su
capitulación al frentepopulismo? Me inclino a creer que el camarada tiene
razón.
Como ese, hay otros
problemas. Pero toda esa problemática se asienta en una serie de principios
fundamentales del trotskismo, que son los que hemos defendido en los tres
documentos que ponemos a discusión y, en líneas generales, a votación. Digo en
líneas generales porque –vuelvo a insistir–, hay cuestiones teóricas por discutir,
pero hay principios que siguen siendo inconmovibles, base programática del
trotskismo. Esos principios son los que conocíamos pero, como decía Hegel,
era[n] conocido[s] por todos pero no reconocido[s]. En esta reunión, van a ser
proclamados en forma normativa, como principios fundamentales del trotskismo.
Bien, ¿qué es lo que vamos
a votar en esta Conferencia? El proyecto de tesis de la “Carta al POSI” y el
resumen de esos principios generales que pasaré a enumerar. Vamos a votar que
bajo un gobierno frentepopulista, como bajo cualquier otro gobierno burgués,
nuestra política de principios es:
·
Que bajo los
gobiernos frentepopulistas, el objetivo central del trotskismo, su primera
tarea, sigue siendo la misma [que] bajo los otros tipos de gobiernos burgueses:
convencer a la clase obrera y a sus aliados de que deben tomar en sus propias
manos el gobierno y el poder; de que no hay solución a ninguna de las lacras
del capitalismo –desde la miseria hasta el fascismo– si los trabajadores no
hacen una revolución contra el gobierno y el estado burgués para imponer su
propio gobierno y Estado. Toda nuestra estrategia y tácticas tienen como
objetivo enseñarles esas verdades primarias y fundamentales a los trabajadores.
·
Que, por lo
tanto, es nuestro deber denunciar sistemática e implacablemente a los gobiernos
burgueses imperialistas y al estado capitalista, esté quien esté en su frente.
Las ilusiones de las masas, y todos los otros fenómenos que tomamos en cuenta
para la adecuación táctica de esa denuncia, no pueden significar nunca un
cambio en la política de atacar al gobierno burgués minuto a minuto, sea
frentepopulista o no.
·
Que todo apoyo
a medidas de un gobierno burgués imperialista, por lo tanto
contrarrevolucionario (incluidos los frentepopulistas), es una traición al
leninismo, cualesquiera fuesen esas medidas. La política de “apoyar las medidas
anticapitalistas y rechazar las capitalistas” o “apoyar las progresivas y
rechazar las reaccionarias” es menchevismo puro, ya que inculca entre los
trabajadores la concepción traidora de que el gobierno no es
contrarrevolucionario, burgués e imperialista, sino un híbrido que, por
momentos puede ser burgués y por momentos anticapitalista.
·
Que, por el
contrario, es nuestro deber denunciar siempre a los gobiernos burgueses, y no
apoyar nunca una medida de ellos por progresiva que parezca, pues esto, además
de servir para engañar a las masas, daría armas políticas al gobierno para
aplicar el conjunto de su política contrarrevolucionaria, del cual sus “medidas
progresivas” son parte indisoluble.
·
Que, sin
embargo, defendemos las “medidas progresivas” de todo ataque burgués e
imperialista, que [sean miradas] con simpatía por la clase obrera, cuando [esas
medidas] se ven amenazadas por otros sectores burgueses más reaccionarios.
También las utilizamos. Esta defensa o utilización la hacemos sin dejar de
criticar al gobierno burgués, sea frentepopulista o no.
·
Los
trotskistas no “aconsejamos” a un gobierno burgués (aunque sea frentepopulista)
ni creemos que pueda tener una política antiburguesa y antiimperialista. Pensar
lo contrario es una utopía reaccionaria que sirve a la contrarrevolución;
utopía, porque pretende que un gobierno burgués pueda tener una política
antiburguesa, y, reaccionaria, porque desarma a la clase obrera al crearle
falsas expectativas respecto de su enemigo mortal, el gobierno.
·
Los
trotskistas hacemos lo contrario: explicamos a las masas la incapacidad
crónica, de clase, que tiene un gobierno burgués –aunque sea frentepopulista–
para ir en favor de la clase obrera, y su inevitable necesidad de defender al
capitalismo y al imperialismo, ya sea que se trate de un gobierno de la derecha
burguesa o de los partidos obreros pro-burgueses.
·
Nada de lo
anterior significa que los trotskistas no intervenimos en las luchas físicas
entre sectores burgueses. La IV Internacional está por la “transformación de
toda guerra imperialista en guerra civil”. De la misma forma, la IV
Internacional interviene militarmente en la guerra civil en el campo burgués
más “progresivo”: en el campo de Kerensky contra Kornilov; en el de la
semicolonia china contra la invasión colonialista japonesa; en el de la
República española contra Franco. Pero estas intervenciones militares son meras
tácticas para lograr que la clase obrera comprenda que debe tomar el poder ya
mismo, arrojando de él a Kerensky, Chiang y/o Negrín.
·
Para cumplir
con estas tareas, es imprescindible la construcción de un partido trotskista, y
esto hay que explicarlo sistemáticamente a las masas: sólo construyendo este
partido tendrán una dirección que no las traicione y que las lleve a la toma
del poder.
·
Como parte
esencial de estas tareas es imprescindible barrer del movimiento de masas a los
partidos obreros traidores y, para ello, debemos inculcar que no se puede
depositar ninguna confianza en ellos, y denunciarlos sistemáticamente. Y cuando
uno de estos partidos obreros traidores sube a un gobierno burgués imperialista
y administra el Estado capitalista, debemos atacarlo más que nunca. Es en ese
momento, cuando las masas pueden creer que la presencia del partido obrero en
el gobierno lo hace más suyo, [que] debemos denunciar que se ha vuelto más
contrarrevolucionario que nunca.
Todo esto se concreta en
una cuestión metodológica fundamental, que viene desde la discusión con todas
las corrientes revisionistas. Distinguir entre realidad objetiva y nuestras
normas y política. ¿Qué significa esta afirmación? Veamos un ejemplo.
La OCI(u) sólo ha podido
recurrir a dos citas de Trotsky en defensa de su posición en Francia: una que
dice que a las masas no hay que excitarlas, que hay que explicarles; la otra, que
los trabajadores franceses, en su segunda oleada, lucharán contra los enemigos
del gobierno de Blum y no contra éste y que, por lo tanto, nosotros tenemos que
ponernos al frente de esa lucha. La dirección de la OCI(u) hace una
interpretación falsa, por decir lo mínimo, confundiendo nuestra política con la
adaptación a la realidad.
Supongamos que las masas
colombianas deciden luchar contra Belisario Betancur (conservador) y no contra
los liberales que están en el gobierno. Este es un hecho y, como tal, lo
tomamos pero sin adaptarnos a él, ya que nuestra política no es que las masas
luchen contra la burguesía conservadora y se abstengan de atacar a la burguesía
liberal. Pero, si las masas tienden a hacer una gran huelga para expropiar a la
burguesía conservadora, sería sectario negar ese hecho y no ser los mejores
luchadores y dirigentes de esa lucha. [No obstante], la acción de los
trabajadores no es nuestra política o, mejor dicho, no agota nuestro programa
para esa lucha. Nosotros vamos hacia ese proceso objetivo para llevar a las
masas hacia nuestro programa, cuyo eje siempre es político: liquidar al Estado
y al gobierno.
Y todo lo que hacemos
tiene un objetivo: educar a las masas en la convicción de que si no tiran abajo
el aparato de Estado y al gobierno de turno para imponer un aparato de Estado y
un gobierno de ellas mismas, no hay posibilidad de superación de ningún
problema.
Se trata, entonces, de
partir de la realidad de que las masas van hacia una huelga general sólo contra
la burguesía conservadora para acercarlas a nuestro programa: la lucha contra
todo el sistema burgués, incluida la burguesía liberal, especialmente contra su
Estado y [su] gobierno. Esta contradicción entre lo que creen las masas y lo
que nosotros creemos que es primero y fundamental lo solucionamos por la vía
táctica, pero una táctica que sigue reivindicando los principios.
¿Qué significa esto? La
dirección de la OCI(u) interpreta que Trotsky afirma (en la segunda de las
citas mencionadas anteriormente) que no hay que atacar al gobierno
frentepopulista de Blum sino sólo a sus enemigos imperialistas.
Pero tanto para Lenin como
para Trotsky, el principio es: “siempre se ataca al gobierno burgués, sea
frentepopulista o no”. La táctica sólo indica cómo debemos hacer ese ataque
sistemático, tomando en cuenta, entre otros fenómenos, la conciencia de las
masas.
Por ejemplo, si los
trabajadores creen que el gran enemigo es la burguesía anti-Mitterrand, anti
Blum o antiliberal en Colombia, y que hay que movilizarse solamente contra
ella, estaremos al frente de esa lucha pero sin dejar de atacar por un solo
minuto al gobierno de Blum, [de] Mitterrand o [al] liberal. ¿Cómo? Diciéndoles
a las masas que con el gobierno de Blum es difícil que derrotemos a de La
Rocque porque no nos da armas, porque capitula ante la burguesía, porque no la
enfrenta realmente; y respecto de Mitterrand, que no confiamos en que enfrente
a la burguesía porque es su sirviente. Eso es lo táctico: atacar
sistemáticamente al gobierno frentepopulista pero partiendo del hecho de que
las masas creen que hay que luchar sólo contra los enemigos de ese gobierno y
no contra éste, planteando el problema del poder y del Estado por una vía
comprensible para los trabajadores. Diciéndoles: “el gobierno en el que ustedes
confían no hará nada contra sus enemigos burgueses, sólo vuestra iniciativa y
movilización derrotará a la burguesía”.
Esta confusión entre
realidad objetiva y nuestro programa y principios, por parte de la OCI(u), es
deliberada, y caracteriza a toda corriente revisionista que cree que no hay
principios o que, si los hay, son para los días de fiesta. Sin embargo, la
lucha por nuestros principios y por nuestro programa es diaria; lo único que
cambia todos los días es la táctica, es decir, la forma de expresarlos o explicarlos.
Si en lugar de tomar la
realidad para desarrollar nuestro programa y principios nos adaptamos a ese
proceso real de las etapas del movimiento de masas, estamos cometiendo una
traición: capitular y hacer seguidismo al gobierno frentepopulista o a cualquier
gobierno burgués en el que los trabajadores creen.
En esta discusión, hay
problemas de clase que caracterizan tanto a la OCI(u) como a la LCR y a Pablo.
El marxismo no tiene sólo una política de clase sino también un análisis de
clase. Si decimos –como la OCI(u) y la LCR– que un gobierno constituido por
burgueses puede practicar la lucha de clases en favor de los obreros, o adoptar
“medidas progresivas”, o seguir un “curso anticapitalista”, estamos cometiendo
un crimen político. Toco este punto para rebatir el argumento vulgar,
revisionista, de que no hay que cerrar la puerta a la posibilidad o hipótesis
de que un gobierno burgués se vuelva antiburgués. Vulgar, porque al pensar así
se pierde todo sentido científico, de clase, lo mismo que ocurre con los
pacifistas que nos dicen: “Qué lindo que todos nos amemos, que no haya guerras,
etc.”, sin ver que hay una clase que odia a los trabajadores y que
inevitablemente lleva a cabo guerras y explota a la humanidad. También hay
quienes, utilizando un pensamiento vulgar, piensan que podríamos apoyar las
medidas “progresivas” y resistir las que no lo son, porque tal vez el gobierno
de Mitterrand tome el camino de la lucha de clases.
Desde el punto de vista
metodológico del marxismo, esto es el abandono total del análisis y de la
política de clase. Revisionismo puro como análisis y como política, porque todo
gobierno burgués practica inexorablemente la lucha de clases al servicio de la
burguesía y está, por razones de clase, total y absolutamente impedido de practicarla
al servicio del proletariado. El carácter de un gobierno –burgués o proletario–
no es un fenómeno amorfo o secundario. Si es burgués, practica la lucha de
clases al servicio de la burguesía y, por lo tanto, nosotros tenemos que
denunciarlo como tal, ya que ofrecerle medios, aprobándole medidas, es una
traición a la política de clase. No hay gobiernos de “sexo” indefinido, o es
burgués o [es] proletario.
Y cuando la OCI(u) dice
que el gobierno de Mitterrand tiene un dilema: “o colaboración de clases o lucha
de clases” y que su política es empujarlo hacia la “lucha de clases”, está
cometiendo dos crímenes: uno en el análisis y otro en la política.
Quería subrayar este
carácter metodológico en la discusión en curso porque hacer una definición de
clase de los gobiernos y, a partir de ahí, elaborar nuestra política, también
es una cuestión de principios.
La dirección de la OCI(u)
intentará traernos la cita de Trotsky sobre la posibilidad de que los partidos
obreros rompan con la burguesía e instauren un gobierno obrero y campesino, o
la historia de todos los partidos comunistas o del castrismo, que rompieron con
la burguesía en esta posguerra. Insistirá con que lo que ellos están
practicando es la táctica del gobierno obrero y campesino del Programa
de Transición, de exigirle a los partidos obreros que rompan con la
burguesía y que constituyan un gobierno obrero y campesino. En nuestro último
trabajo ya explicamos que esto es una engañifa de la dirección de la OCI(u)
para esconder su revisionismo. Ellos no aconsejan ni exigen a los partidos
obreros sino a un gobierno burgués frentepopulista, lo que no es lo mismo sino
lo opuesto.
* Extraído del libro
“Conferencia de Fundación de la Liga Internacional de los Trabajadores – IV
Internacional”. San Pablo: Ediciones Marxismo Vivo, 2012, pp. 150-157.
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