EUA 2020, la triple tormenta





La revuelta es el idioma de los ignorados.
Martin Luther King (1967)

Por Manuel Aguilar Mora

La pandemia del Covid-19 que ya ha matado más de 100 mil, una depresión económica profunda que sólo tiene como precedente la de 1929 y una crisis política gigantesca detonada por el asesinato de George Floyd, el afroamericano ejecutado por un policía racista de Minneapolis el 25 de mayo pasado están provocando la triple tormenta perfecta de la insurrección civil que hoy atraviesa de costa a costa el vecino país del norte.

Una crisis múltiple

Estados Unidos (EUA) hacía décadas no se precipitaba a una crisis de las dimensiones extraordinarias que hemos presenciado en los últimos 20 días. Las comparaciones vienen de modo natural. En efecto la década de los años que se extendieron de 1965 a 1975 durante los gobiernos de los presidentes Lyndon  Johnson, demócrata y Richard Nixon, republicano, es el antecedente obvio de un periodo de profunda crisis política por la que atravesó el país. A partir de 1965 estallaron las insurrecciones de los ghettos negros que estremecieron las grandes ciudades (Los Angeles, Chicago, Detroit, Nueva York, etc.), vino después la larga y gigantesca movilización nacional en especial de la juventud contra la guerra de Vietnam la cual como cáncer corroía sus entrañas sociales y los magnicidios de los hermanos Kennedy, de Malcolm X y de Martin Luther King. Fueron años críticos. Pero el país no estaba en crisis económica, al contrario eran los tiempos de auge de una economía que según el presidente Johnson producía en abundancia (“mantequilla y cañones”) y, lo más importante, la Casa Blanca estuvo ocupada por dos personajes típicos de la oligarquía liberal estadounidense a la que pertenecían los dos presidentes.

Las diferencias surgen evidentes de inmediato. Son las que hacen de la actual triple crisis en EUA el momento de alcance histórico con potencialidades imprevisibles, de gran incertidumbre. El fuego que arde estos días tiene como principal atizador a un provocador político incendiario: el propio ocupante de la Casa Blanca. En efecto, por primera vez en la historia del país más poderoso del mundo ocupa ese puesto Donald Trump, un personaje de la extrema derecha rodeado de un equipo cuya vocación roza y a veces cruza los límites del fascismo. El desastre político que han constituido los más de tres años de su presidencia arrojan una sombra siniestra sobre la fecha de noviembre próximo en que tendrán lugar las elecciones presidenciales. Una posible reelección de Trump sería una terrible catástrofe para EUA y el mundo entero.

Inmediatamente después que George Floyd fue asfixiado tendido en el suelo con la rodilla del policía que lo esposó sobre su cuello durante 9 minutos, el video que una mujer tomó de la espantosa escena se divulgó por millones en todo EUA y el mundo entero. Un estallido de protestas e insurrecciones civiles cundíó en EUA . Cientos de miles, millones de personas, negros, blancos, cafés, amarillos salieron a la calle en 140 ciudades de todos los tamaños en pleno ambiente de pandemia rompiendo multitudinariamente el confinamiento forzoso. Y desbordó las fronteras expresándose en manifestaciones en Londres, Roma, Madrid y muchos más lugares de todo el mundo. Dos semanas después del asesinato de Floyd seguían las demostraciones de protesta. Minneapolis permanecía en el caos. Se ha detenido y acusado de asesinato en tercer grado al policía criminal así como a los otros tres policías que lo acompañaron sin chistar en su macabra acción. L a tensión no ha desaparecido y Trump se ha amurallado en la Casa Blanca ante el acoso de las multitudes que impugnan su desprecio completo de las vidas humanas que ha demostrado primero ante la expansión de la pandemia del Covid-19 y después ante la muerte de Floyd cuando ante las protestas sólo tuvo amenazas de represión, atreviéndose a declarar que llamaría al ejército para que aplastará las protestas.



Visiones críticas

Estas actitudes han llevado a que dentro del propio partido del presidente, republicanos notables, incluidos senadores, pinten su raya con la política de Trump. Cinco generales –dos de ellos ex integrantes del propio gabinete de Trump (James Mattis  y John Kelly) y otros dos que fueron jefes del Estado Mayor (Martin Dempsey y Colin Powell, quien también fue secretario de estado en gobierno de George W. Bush), un ex comandante de la guerra de Afganistán y de la OTAN (John Allen)  y un almirante también ex jefe del Estado Mayor (Mike Mullen) han declarado la peligrosa deriva anticonstitucional y antidemocrática de Trump. Que esos altos jerarcas militares se expresen así es una señal muy importante de la desazón existente en las cumbres del estado imperialista.

En los medios intelectuales el ambiente es mucho más crítico. Noam Chomsky, posiblemente el intelectual más reconocido del país no ha tenido pelos en la lengua y ha declarado la peligrosa situación que constituye que en la presidencia de EUA, el país más importante del mundo, lo ocupe un “sicopata”. Para él el gobierno de Trump “está guiado con una máxima, que fue articulada más elocuentemente  por un general de Franco en 1936: ‘abajo con la inteligencia. ¡Viva la muerte!’” al abordar múltiples crisis como la pandemia, el cambio climático y la oleada de protestas por el asesinato policíaco de Floyd. Chomsky también alerta ante las posibles maniobras fraudulentas de Trump y su equipo en noviembre próximo al constatar que son minoría recurran al uso de formas de poder extraoficial  “como una milicia” para conservar el poder. Otro importante intelectual afroamericano, destacado profesor de Harvard y Princeton, Cornel West no es menos contundente que Chomsky cuando señala que “estamos siendo testigos de América [EUA] como experimento social fallido”. Y añade que lo que ocurre actualmente será la evidencia que  “si la democracia radical muere en Estados Unidos, que se diga que hicimos todo con todo contra las botas del fascismo estadounidense que intentaron aplastar nuestros cuellos”. (David Brooks, “American Curios”, La Jornada, 08.06.2020).

El peso de la historia

Como a George Floyd el racismo, y no sólo el de los policías, ha asesinados a muchos otros ciudadanos negros en Nueva York, en Texas, en California, en Carolina del Sur y en todo el país durante años, durante décadas. De hecho cada vez que la ira se desencadena y las masas negras salen a las calles a protestar, a incendiar edificios, a decir mil y un millón de veces ¡ya basta!, el país se confronta con su historia, con sus orígenes. Ya las colonias inglesas desde el siglo XVII implantaron en suelo norteamericano el lucrativo comercio de los esclavos traídos de África y las primeras trece colonias que constituyeron los estados de la joven república le heredaron a ésta el infame anatema. El nuevo país surgió con un discurso constitucional basado en los ideales de la Ilustración y el derecha natural que era negado cotidianamente con la esclavitud existente en la mitad sureña de su territorio cuya próspera economía del algodón se basaba en la esclavitud y de donde venían muchos de sus padres fundadores. Durante su primer siglo de existencia EUA fue un país dividido en dos partes: el norte con un pujante capitalismo manufacturero y el sur con una poderosa economía agroindustrial basada en el trabajo de los esclavos negros. Esta situación no podía durar y en 1861 con la elección de Abraham Lincoln a la presidencia estalló la guerra civil entre el norte y el sur que duró cuatro años siendo la conflagración bélica más importante del siglo XIX.

El triunfo del norte de EUA significó la abolición de la esclavitud y la derrota de uno de los sectores más poderoso de la burguesía de esa época. Sin embargo esa victoria no significó la total liberación del pueblo negro habitante de EUA. Su opresión adquirió otras características con la nueva forma de explotación asalariada. Se instauró en todo el país, pero especialmente en el sur, un régimen de discriminación y explotación que inauguró lo que más tarde se conocería como el apartheid. El supremacismo blanco se impuso con su cauda de terror sobre la población negra: linchamientos, el horror del Ku Klux Klan. Otro largo siglo transcurrió hasta los años 60’s del pasado siglo en que las grandes movilizaciones e insurrecciones de los negros arrancaron las leyes de los derechos civiles, una importante conquista que de nuevo se demostró insuficiente para sacar a la población negra de la marginalidad, la pobreza y la opresión racista ahora envuelta con el cinismo de la ideología neoliberal.

La población negra representa con sus 35 millones poco más del 13% de la población total de EUA pero esa cifra siempre es mayor en los porcentajes que miden la pobreza, el desempleo, la marginalidad, la escolaridad y demás índices semejantes. Por ejemplo en las prisiones del país el porcentaje de población negra entre los presos y las presas es del 38%. Esta desigualdad estructural se ha expresado de modo exacerbado durante la presente crisis del Covid-19. Los porcentajes de los infectados y las muertes entre la población negra de Nueva York , Chicago y demás grandes ciudades exceden con mucho a su proporción general: en Nueva York representan el 20% de la población pero son el 40& de los muertos por el Covid-19. Son las peores condiciones de salud y las patologías previas las que explican esta situación. Sus empleos mal pagados y su escasa calificación no les permiten acceder a polizas de seguro médico decentes, todo esto los expone más a los efectos de la pandemia. Su opresión y explotación particulares convirtieron a los trabajadores negros desde la abolición de la esclavitud en un estrato específico étnico (racial) de la estructura de la fuerza de trabajo estadounidense. El racismo rampante existente en EUA, el cual se expresa ante todo con relación a la población negra, pero no sólo la incluye a ella, es la manifestación cruda de esta situación estructural del funcionamiento del capitalismo de EUA.

Este profundo enraizamiento histórico del racismo lo estamos presenciando en estos días. Existen sectores supremacistas blancos todavía muy poderosos que están representados por el propio presidente Donald Trump. Ante la rabia antirracista que se ha levantado en las calles de todo el país han caído estatuas de líderes esclavistas de la Confederación sureña rebelde (como Jefferson Davies o Robert E. Lee) que más de 150 años después de su derrota todavía estaban en pie no sólo en el antiguo sur sino en todo el país. Ante el clamor que se ha levantado contra la reivindicación como héroes y grandes personalidades de conspicuos personajes esclavistas, como los generales del ejército confederado, cuyo nombre designa a más de una decena de bases militares del país (Fort Bragg en Carolina del Norte, Fort Hood en Texas, Fort Benning en Georgia, entre otras), clamor al que las autoridades del Pentágono han hecho eco aceptando que deben cambiar dichos nombres de las bases, Trump se ha opuesto rotundamente a sus jefes militares y ha dicho que vetaría cualquier decisión al respecto del Congreso.

El Partido Demócrata

Los cinco meses que faltan para las elecciones presidenciales de noviembre serán decisivos. Las consecuencias de la triple tormenta que atraviesa EUA ya son de tales dimensiones que afectan a la geopolítica mundial. Ha surgido como un factor dinámico el proceso de lucha de clases en el interior mismo del país todavía más poderoso del mundo. La política exterior estadounidense, por ejemplo, se ve restringida. Es evidente que los problemas internos plantean a los grupos dominantes una estrategia diferente. De hecho Trump con su insistencia de que “Primero América [EUA]” representa a un sector imperialista que se inclina por una línea proteccionista. Esto tiene efectos. En América Latina para empezar el pueblo de Venezuela gozará en el periodo siguiente de un margen de maniobra mucho mayor para resolver sus conflictos internos ya que la intervención imperialista directa está descartada y el títere Juan Guaidó se encuentra prácticamente arrinconado. Los efectos de estos hechos se sentirán en todos los niveles de la política exterior de EUA.

Pero durante el gobierno de Trump, a pesar de las grandes diferencias en muchos aspectos de la política interna, en las cuestiones relacionadas con la política exterior ha prevalecido la estrategia bipartisana. Los demócratas votaron el más grande presupuesto militar de la historia del Pentagono propuesto por Trump, Cuando Juan Guaidó visitó Washington fue recibido con honores en el Congreso por republicanos y demócratas por igual.

Joe Biden el candidato elegido por los demócratas para oponerse a Trump fue durante décadas senador y se desempeñó como el vicepresidente en los dos periodos de Barack Obama. Su record como legislador no es para nada alentador: votó leyes contra las poblaciones marginadas y en favor de la guerra contra Sadam Hussein en Irak. Votar por el “mal menor” representado por los demócratas en noviembre es la clásica fórmula que ha prevalecido en los sectores progresistas y que se ha traducido en la ausencia histórica de una alternativa anticapitalista e independiente en EUA. Ha llegado el momento para que los pequeños sectores de socialistas de EUA se unan para ofrecer a los trabajadores de su país el embrión de la alternativa independiente, anticapitalista e internacionalista capaz de garantizar la victoria de sus luchas.

La conducta de Bernie Sanders ha sido significativa. Se postuló como un precandidato demócrata con orientación socialista y cuando llegó el momento decisivo de enfrentarse con la maquinaria burocrática del partido que eligió a Biden, en lugar de mantenerse firme y romper para sostener la alternativa socialista, capituló y acabó apoyando a su “contrincante” Biden. Sanders se demostró ser un falso socialista.

Perspectivas revolucionarias

La irrupción en la escena de la lucha intransigente del pueblo negro de EUA, secularmente explotado y oprimido, cuyos jóvenes en la vanguardia fueron los precursores con su movimiento ”Black lives matter” (“las vidas negras cuentan”) de la insurrección civil que hoy presenciamos detonada por la muerte de George Floyd, hoy no están solos. Los sectores pluriétnicos que integran al proletariado del país (negros, “hispánicos” o sea latinoamericanos, asiáticos, blancos) están transformando la política de EUA. Pronto se unirán seguramente a ellos el sector que constituyen los inmigrantes indocumentados, tan oprimidos por Trump que además de su odioso muro en la frontera con México llegó a la infamia de separar a los niños de los inmigrantes de sus padres.

En la misma cúspide reina la incertidumbre por las características que determinan la personalidad de Trump, un personaje atrabiliario capaz de la maniobra más abyecta con el fin de mantenerse en el poder. El propio Joe Biden lo ha expresado sin dudas cuando dijo que  “mi mayor temor es que este presidente va intentar robar la elección de noviembre”. (Washington Post, 10.06.2010). En la reunión nacional realizada para discutir las consecuencias de estos acontecimientos en la estructura de la policía (Dallas, Texas, 11.06.2020) Trump se presentó tal y como es: el supremacista blanco, partidario incondicional de la brutalidad policiaca. Igualmente son significativos sus afanes crudos de supeditar directamente al ejército que lo han llevado incluso a tener fuertes fricciones con los dos personajes principales de las fuerzas armadas: Mark Esper el secretario civil del Pentágono y el general Mark A. Milley presidente del estado mayor de los jefes militares.

Las responsabilidades históricas son muy grandes para los sectores democráticos, anticapitalistas y socialistas de EUA y de los demás países. México, vecino sureño directo con tres mil kilómetros de frontera con EUA será afectado directamente por los acontecimientos actuales y por venir. Hasta ahora el apoyo incondicional de AMLO a la política de Trump, en especial a la migratoria ha sido clave para la situación de amplios márgenes de maniobra que ha disfrutado su gobierno. Esto va a cambiar. El gobierno “juarista” de AMLO no tiene, ni aspira a tener una política antiimperialista, al contrario, considera clave su subordinación a Washington. La insurrección civil en marcha en EUA favorecerá la política internacionalista de los sectores democráticos y socialistas verdaderamente revolucionarios. En particular y esencial es la estrategia que se desprenderá de la nueva situación para los trabajadores de México. Un sector importante del proletariado de EUA es mexicano o de origen mexicano. La alianza entre los trabajadores mexicanos y sus hermanos del país norteño es una alianza natural que abre perspectivas inauditas a las luchas de ambos países.

La triple tormenta que se ha abatido sobre EUA ha abierto un periodo de transformaciones históricas en el mundo.


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