Marxismo y ecosistema global

Fotografía: sinmordaza.com

Por Comité Ejecutivo del PRT de Costa Rica

1) UNA ACLARACIÓN PREVIA: ¿PORQUÉ ES MEJOR UTILIZAR EL TÉRMINO ECOSISTEMA GLOBAL QUE MEDIO AMBIENTE?

Por la sencilla razón de que medio ambiente deviene de una visión antropocéntrica, occidental utilitaria, que separa al ser humano del mundo natural del que forma parte indisoluble. No enfatiza en que estamos hablando del hogar planetario de una gran variedad de formas de vida en relación simbiótica. Por eso preferimos utilizar el término escosistema global, o ecosistemas en cada caso específico.   

2) CONSIDERACIONES PREVIAS SOBRE MARXISMO

El marxismo, adopta la lógica dialéctica de Hegel, pero dándole una base materialista histórica; en consecuencia, tiene como premisa fundamental  la contradicción que explica el decurso del cambio, del movimiento en el Universo, y en consecuencia, a escala de la sociedad, el conflicto social es el motor de la historia. No obstante, como el marxismo no es un dogma pétreo, estamos ante la necesidad de precisar los debates que corresponde hacer en ese marco.

Para nosotros el marxismo es una ciencia abierta y en permanente cambio, tal como ocurre con la realidad y en consecuencia, eso incluye al marxismo mismo. No creemos en verdades absolutas,  el marxismo es una elaboración colectiva, con marchas y contramarchas, aciertos y errores, que resume la experiencia centenaria de las y los explotados y oprimidas por su emancipación. Trotsky, sin duda,  hace colosales innovaciones teóricas y programáticas, por ejemplo: la ley del desarrollo desigual y combinado, la teoría programa de la Revolución Permanente y la caracterización sociológica y el combate contra la burocracia que degenera el incipiente estado obrero soviético.

Los geniales Marx y Engels,  a diferencia de Lenin y Trotsky, no pudieron, no podían,  prever el desarrollo de la fase monopolista del imperialismo capitalista que no experimentaron en su tiempo, y erróneamente supusieron que la revolución se daría primero en los países más industrializados. Pero como diría Hegel "la astucia de la razón" hizo que las revoluciones se suscitarán primero en los países más atrasados, eslabones más débiles de la cadena mundial en la fase de la decadencia imperialista y dominio feroz de los monopolios, fase que tan bien explicó Lenin.

Pero nuestros maestros y maestras, no son dioses omnipotentes. Trotsky se equivocó cuando propuso la militarización de los sindicatos en medio del comunismo de guerra. Lenin promovió una operación militar desastrosa que fue la fallida invasión a  Finlandia contra el general Pilsudsky. Alexandra Kollontai fue visionaria precursora en la lucha contra la naciente burocracia soviética, encabezando la Oposición Obrera, pero luego capituló y sucumbió al stalinismo.  Gramsci, murió defenestrando la teoría de la revolución permanente de Trotsky, pero aportó contribuciones al marxismo que no pueden ser desdeñadas, como la noción de bloque en el poder, hegemonía y sujeto popular complejo, por ejemplo. Durruti, anarcosindicalista, estuvo más cerca del programa del trotskismo en la guerra civil española, que lo antiguos militantes de la Oposición de Izquierda agrupados en el POUM, encabezado por Andreu Nin. La comunera anarquista Louise Michel, a pesar de confrontar la teoría marxista en la cuestión del Estado y la transición del capitalismo al comunismo, fue una revolucionaria ejemplar toda su vida, que se enfrentó duramente al machismo de Proudhon. El partido  espartaquista alemán, encabezado por la maravillosa Rosa Luxemburgo, consecuente combatiente contra la traición socialdemócrata, llevó al fracaso el Soviet de Berlín de 1919 y a su propio fusilamiento, por no adoptar en la práctica el centralismo democrático bolchevique, lo que los dejó a merced de la contrarrevolución burguesa. Así que, para empezar, una cuestión de método:  no hacemos altares ni exégesis de libros, citas y autores.  Somos revolucionarias y revolucionarios  para quienes sin teoría no hay práctica revolucionaria, del mismo modo que sin práctica revolucionaria no hay teoría revolucionaria, de acuerdo a la célebre frase de Lenin.

3) LOS CONFLICTOS MOTRICES EN EL CAPITALISMO DEL SIGLO XXI. LOS TRES EJES DEL CONFLICTO SOCIAL: ¿HACIA UN PROYECTO ECO-FEMI-SOCIALISTA?

Gran parte del marxismo ha reducido el conflicto social a la lucha de clases, tomando al pie de la letra el primer párrafo del primer capítulo del Manifiesto Comunista, sin considerar la nota al pie posterior de Engels que aborda la prehistoria y el matriarcado que antecede a la sociedad de clases.   

No obstante, siendo completamente acertada la centralidad de la lucha de clases para explicar el devenir de la historia, hay otras esferas del conflicto social que se articulan dialécticamente al conflicto de clase, que no pueden ser desdeñadas o separadas mecánicamente, sino que más bien son cosubstanciales, claves, que explican cómo se entretejen las contradicciones cada vez más brutales del capital, y desde una perspectiva transformadora, son vitales para articular el sujeto social y político del cambio revolucionario.

El conflicto de clase, así como la opresión de las mujeres y la población LGBQTI, tienen ambos como  piedra de toque original la instauración de propiedad privada de los medios de producción en manos de una minoría de patriarcas explotadores. Pero mientras el surgimiento de explotados y explotadores se da en el ámbito de las relaciones de producción, (en el caso del capitalismo referimos a la relación de explotación entre el capital y el trabajo asalariado); por otra parte, el patriarcado, con su secuela de misoginia y lesbo-trans-homofobia,  opera en la esfera de las relaciones de reproducción (para garantizar la esclavitud doméstica de las mujeres y el derecho de herencia de los patriarcas explotadores).

No se pueden revolucionar las relaciones de producción, colectivizar los medios de producción como proponían Marx y Engels, sin revolucionar también, al mismo tiempo, las bases de su reproducción, es decir, sin transformar la familia nuclear, acabando con la esclavitud doméstica y el heterosexismo compulsivo.

Pero hay además un tercer eje del conflicto social que cobra cada vez mayor urgencia. Nos referimos a la contradicción entre la expansión sin límites de las fuerzas productivas (que se transfiguran  en destructivas),  que recrudece el capital y conduce a una galopante  destrucción del ecosistema global.  Este conflicto no se suscita ni en las relaciones de producción, ni en las relaciones de reproducción, tiene que ver con el desarrollo de las fuerzas productivas, es decir, con el tipo de la tecnología y el aparato productivo, en general, con el efecto mortal de la producción  del sistema capitalista con el ecosistema global.   La creciente amenaza de ruptura del equilibrio ecológico apunta a un escenario catastrófico –el calentamiento global entre los más descollantes– que pone en peligro la supervivencia misma de la especie humana. Enfrentamos una crisis de civilización que demanda un cambio radical.

Si queremos derrotar el cáncer capitalista que nos corroe y construir una sociedad nueva, emancipada de toda opresión,  nuestra programa debería, entonces,  ser un proyecto integral que podríamos llamar eco-femi-socialista.

Pero advirtamos que lo anterior no es un llamado al eclecticismo postmoderno, diletante, que rebaja a fraseología  los pilares puestos a prueba una y mil veces por el  marxismo, tales como la más férrea independencia de clase. La observación anterior  tiene que ver con la necesidad perenne de actualizar el contenido programático o propositivo del proyecto revolucionario en el siglo XXI, concebido alrededor de lo que concebimos como las tres grandes contradicciones del capital.

Sin embargo, ello no nos resuelve un elemento acuciante, que tiene que ver con que el marxismo es una ciencia crítica y militante. Es decir, debemos tener claro que si el objeto de nuestra milenaria batalla es la transformación de una sociedad cada vez más brutalmente depredadora e injusta, ¿dónde está el sujeto capaz de transformarla en un sentido emancipatorio?

Lo anterior nos plantea un problema cardinal. Esto es, nos plantea cómo se resuelven las álgidas  contradicciones, en el estadio histórico concreto en el que habitamos, y valorar si actuamos en consecuencia, tomando en cuenta que las relaciones de explotación y opresión, erigen sus bases materiales en las estructuras de producción, reproducción y fuerzas productivas de una capitalismo en mórbida decadencia.

Pero, no obstante, la solución de estos conflictos estructurales, materiales,  (que son el motor de la Historia) corresponde enteramente al plano de las condiciones  subjetivas, de la conciencia, de la hegemonía cultural y la voluntad colectiva, cuyo territorio de guerra cotidiano es la política y en el que nada está escrito en piedra.
Desde luego, en nuestro caso, la política la ejercitamos para destruir al Estado que ampara y  sostiene esas relaciones de producción, reproducción y fuerzas productivas que tienen cada vez más necrotizado a nuestro desorden social y al metabolismo planetario.

4) LAS BASES Y EL PROGRAMA MARXISTA EN DEFENSA DE LA VIDA EN EL PLANETA

"Los «responsables» del planeta —multimillonarios, dirigentes, banqueros, inversores, ministros, parlamentarios y todo tipo de «expertos»— motivados por la limitada y miope racionalidad del sistema, obsesionados con los imperativos de crecimiento y de expansión, con la lucha por las partes del mercado, con la competitividad, los márgenes de beneficio y la rentabilidad, parece que obedecen al principio proclamado por Luis XV: «Después de mí, el diluvio». El diluvio del siglo XXI corre el riesgo de adoptar la forma de una subida inexorable de las aguas, como el de la mitología bíblica, ahogando bajo sus olas las ciudades costeras de la civilización humana".

Aunque con Löwy, dirigente  del llamado Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional, tenemos muchas discrepancias políticas, nos parece que la cita anterior expresa con mucha claridad la ceguera y la carrera hacia el abismo al que nos conduce la opulenta clase capitalista mundial.

Por otra parte, es preciso advertir que sobre todo en Europa y Estados Unidos, corrientes directamente burguesas como el "capitalismo verde", se limitan a plantear la sustitución de los combustibles derivados de la energía fósil, por otras fuentes de energía, como la eólica, solar, hidroeléctrica, geotérmica, e incluso nuclear, sin trastocar el sistema capitalista, corrientes con bases  pequeñoburguesas (como se ha visto con la participación de los “Verdes” en gobiernos burgueses de todo tipo), mismas que han  levantado una ideología anti-socialista, que separa la lucha medio ambiental del terreno de la lucha de clases y la necesidad del socialismo, sobre la base falsa de que en el pensamiento de Marx y Engels, en última instancia,  apunta a la necesidad del progreso ilimitado de las fuerzas productivas para trascender el capitalismo, sin mayor preocupación por sus efectos sobre la naturaleza.

Es una crítica cercana a la verdad  si se tratara de juzgar la orientación productivista que caracterizó al stalinismo, para escapar al atraso de la Unión Soviética en medio de un  entorno capitalista hostil. Chernobyl, seis décadas después de iniciada la industrialización a marcha forzada de la URSS, fue una pequeña muestra, entre centenares de desastres ambientales y humanos provocados a lo largo de la geografía soviética, como resultado de la gestión stalinista burocrática de la economía. Bajo la norma de alcanzar el máximo de producción (cumplir las metas impuestas desde el Kremlin para recibir medallas y promociones), se sacrificaba al trabajador y se impedía un desarrollo armonioso de las fuerzas productivas, en equilibrio con la naturaleza. 

Contra esta crítica malintencionada de las posiciones marxistas, reivindicamos la visión integral del ser humano como parte de la naturaleza que aparece desde los primeros escritos de Marx [2], tales  como la "Ideología Alemana" y se desarrolla plenamente en sus obras de madurez. El ser humano se desarrolla como tal en el trabajo, en la relación metabólica con la naturaleza, que permite su sobrevivencia. El ser humano es alienado por el capitalismo desde el momento en que esta relación social se vuelve en su contra y deja de producir para sí, a la par que se le separa de su entorno natural. Sintetizando lo más avanzado del pensamiento científico de su época, Marx y Engels denuncian la fractura metabólica que se produce al separar al productor directo de sus medios de producción y encerrarlo en grandes concentraciones industriales, que vacían el campo de trabajadores y trabajadoras  y cortan el ciclo natural de recomposición del suelo con los desechos orgánicos humanos y animales.

La utilización de los agroquímicos será para Marx una salida paliativa y temporal a la pérdida de fertilidad del suelo, lo que pone de relieve la importancia de los ciclos vitales de la naturaleza en su pensamiento. Las páginas de El Capital y otras de sus obras económicas presentan cuadros vívidos de las consecuencias de la fractura metabólica y de las tendencias más profundas del capitalismo, apenas embrionarias en la época de Marx y Engels, y apuntan a su tendencia  a transformar el desarrollo de las fuerzas productivas, en fuerzas de destrucción del ser humano y la naturaleza. Cuando Marx señala que el único límite que conoce el capital es la propia ganancia, nos indica el funcionamiento cada vez más depredador de la naturaleza y el ser humano que ha tomado el capitalismo en la actualidad.

Esta tradición marxista se desarrolló en los primeros años de de la revolución rusa, hasta que se extingue bajo los golpes del stalinismo. Los esfuerzos del movimiento trotskista se van a concentrar en defender la necesidad de la revolución socialista contra el programa  de revolución por etapas que levanta la burocracia soviética, para justificar la búsqueda de alianzas con burguesías nacionales y sectores del imperialismo.

La corriente morenista de la que provenimos no fue la excepción. No sólo por una buena dosis de empirismo, sino también por la orientación a concentrarse en el movimiento obrero urbano. Esto ha sido una limitación, porque las luchas que han protagonizado amplias masas del campesinado pobre, sectores populares  y los pueblos originarios en América Latina en estos últimos años han tenido como detonante la tala de árboles en las selvas y la destrucción de sus tierras comunales o reservas, la contaminación que generan las petroleras, la destrucción de los bosques para construir  nuevas carreteras o hidroeléctricas, la minería a cielo abierto, el "fracking, la contaminación que generan cultivos de agroexportación de tipo industrial por el uso intensivo de pesticidas y transgénicos, la desmedida prescripción y tráfico de drogas legales e ilegales, (ligadas junto a la comida chatarra a una creciente crisis de salud), el vertedero de mercurio, plástico  y otros tóxicos en aguas dulces y saladas, factores conjugados   que envenenan cada vez más al ecosistema y al ser humano mismo.

Establecer una síntesis del verdadero pensamiento marxista en torno a la necesidad de una relación equilibrada entre la Humanidad y la naturaleza, es una tarea de primer orden, para intervenir en el movimiento ecologista y direccionarlo al terreno de la lucha de clases. El Partido Revolucionario debe promover a los cuadros  para que adquieran una sólida formación científica en el campo de las ciencias naturales y así asimilar mejor el alcance de los desastres naturales que prepara el capitalismo.

5) TOMAR CONCIENCIA DE LA AMENAZA DEL CALENTAMIENTO GLOBAL

A lo largo de la historia, la ruptura del equilibrio con el medio ambiente ha provocado el colapso de algunas civilizaciones (como en el caso de los mayas en Yucatán y de Tihuanaco en el Altiplano peruano-boliviano, de la famosa Petras y de civilizaciones antiguas en el Yemén, o de las primeras culturas en el Indo para citar sólo algunos casos notorios). Lo nuevo con el calentamiento global, es que la amenaza engloba a la vida misma tal y como se desenvuelve en la biosfera. La posibilidad de que el cambio climático se acelere en las próximas décadas, al dispararse el aumento de las temperaturas con una dinámica propia, desvela hoy día a las/os) científicos más serios. En algunos informes se comienza a hablar de un alza de 6ºC [3] de aquí al 2100, con relación a los comienzos de la revolución industrial en el siglo XVIII. Un cambio de esta naturaleza, cuando en 10 000 años antes de la revolución industrial, la temperatura del planeta sólo subió 1ºC, afectará sensiblemente la biodiversidad y los ciclos de la vida en la biosfera.

El Grupo de expertos intergubernamental sobre la evolución del clima (GIEC) señala, sin embargo, que a partir de un aumento de la temperatura en 3,25ºC, tendríamos un panorama devastador y probablemente será el proceso que se viva en una o dos generaciones. Más claramente, la mayoría de las y los militantes revolucionarios  tendrá que presenciar directamente si estas previsiones se confirman.

Es decir, los y las compañeras jóvenes podrán ser testigos del inicio de una serie de cataclismos que provocarán la muerte de centenares de millones de seres humanos: la desaparición de las masas de hielo de los polos con la consiguiente inundación de las zonas costeras de todo el planeta y la transformación en desiertos de regiones otrora verdes al derretirse los glaciares que alimentaban sus ríos, tormentas cada vez más recurrentes y violentas, cambio del régimen de lluvias que convertirá en desiertos nuevas áreas y someterá a tremendas inundaciones otras, enfriamiento de la corriente del Golfo con los hielos derretidos del Ártico que provocará un descenso violento de las temperaturas en Europa Occidental, afectación de la agricultura y la producción de alimentos, plagas de todo tipo subiendo y bajando sin ninguna barrera geográfica, mayor escasez de agua para el consumo humano, etc.  Eso sin considerar si quiera otras dimensiones terroríficas  de la situación mundial si consideramos que, al mismo tiempo,  la recesión económica y la III guerra mundial lucen inminentes.

Cuando se habla de una crisis civilizatoria en ciernes, se apunta en realidad al patrón energético que estableció el capitalismo, basado centralmente en los combustibles fósiles. El modelo altamente dilapidador de energía en que se sustenta hoy en día la producción capitalista, es responsable de la liberación de carbono en la atmósfera con el efecto invernadero que provoca, así como la enorme y creciente  cantidad de hectáreas dedicadas al agronegocio y a la ganadería, sobre la base de la destrucción de bosques y selvas.
   
Para que tengamos una idea de la situación casi irreversible que se está generando en la Atmósfera, pongamos atención nuevamente a las previsiones del GIEC. Para contener el proceso del calentamiento global el pico de las emanaciones tendría que alcanzarse antes del 2015 y a partir de ese momento disminuir de un 50 a un 85% con relación al 2000. Puede parecer muy extremo, pero en estos modelos no se contemplan “fenómenos no lineales”, como la liberación del metano de los fondos oceánicos y de los suelos congelados. La “liberación” de estos procesos podría significar que el calentamiento global se dispare.

¿Qué está implícito entonces en los señalamientos de los expertos? Sin lugar a dudas, la necesidad de renunciar, de una forma radical, a los combustibles fósiles. Es algo impensable que se llegue a dar bajo el capitalismo, sin embargo, porque es un sector monopólico con una tremenda rentabilidad, en torno al cual se articulan sectores claves de la producción capitalista: la petroquímica, el acero, el automóvil, la construcción aeronaval. Vemos así que los gobiernos imperialistas cierran los ojos, y se contentan con medidas cosméticas para salvar la cara: como programas para sembrar árboles y proteger los bosques existentes, o la lógica perversa del Protocolo de Kyoto, de comprarle a los países atrasados el derecho a disponer de parte de su cuota de contaminación. Más aún, el imperialismo norteamericano se juega su hegemonía, en una escalada guerrerista en el Medio Oriente para asegurarse el control de sus reservas de hidrocarburos. La lógica irracional que priva, es que mientras no se acabe la posibilidad de explotar las reservas de combustibles fósiles con algún margen de rentabilidad, hay que aferrarse a esta matriz energética.

La problemática del calentamiento global pone a la orden del día, como nunca antes, el programa de la revolución socialista internacional, y la necesidad de construir una organización revolucionaria mundial para llevarlo a cabo. Tenemos que entender que el trotskismo obrero y revolucionario sólo se va a desarrollar en las próximas décadas como corriente internacional, si se prepara en el terreno teórico y militante para intervenir en los desastres que se anuncian. Son los sectores más pobres y vulnerables de la población mundial los que sufrirán más, lo que hará de la solidaridad de clase una tarea central y planteará la necesidad de la toma del poder por el proletariado y sus aliados. Ya hemos visto en medio de dramas como la inundación de Nueva Orleáns por el huracán Katrina, la polarización social que se produce ante la insuficiencia y el desinterés con que los gobiernos burgueses responden a estas tragedias.

6) RESTABLECER EL EQUILIBRIO CON LA NATURALEZA EN LA TRANSICIÓN AL SOCIALISMO

En el campo del trotskismo, la única corriente que ha intervenido seriamente en el movimiento ecologista es el mandelismo, que ha terminado adaptándose a muchos de los prejuicios de las corrientes pequeñoburguesas y reformistas de Europa. Ellos han acuñado el término de “ecosocialismo” para autodefinir su preocupación por los problemas ambientales, término muy gráfico con el que nosotros también nos definimos. El mandelismo, que levanta un programa difuso de exigencias “anticapitalistas” a los gobiernos imperialistas, habla de la necesidad de reconvertir el aparato productivo capitalista en dos sentidos: desechar los combustibles fósiles y redefinir las necesidades prioritarias para disminuir el volumen de la producción. Aunque reivindican el derecho de los 3 000 millones de pobres del Sur a satisfacer sus necesidades básicas, insisten mucho en que el planeta no puede seguir sosteniendo los niveles de producción actuales. 

Tal vez parezca que  la discusión que vamos a abrir con el mandelismo guarda muy poca relación con los problemas de contaminación y destrucción ambiental que enfrentamos, y se nos podría hacer  la objeción de que son debates para el futuro, cuando se avecine la toma del poder en países centrales. Trataremos de demostrar, por eso, que esta discusión es clave para abordar correctamente los problemas actuales.

El mandelismo habla de contener el desarrollo de las fuerzas productivas, planteamiento que confunde con la idea de reducir el volumen de producción alcanzado bajo el capitalismo. En ambos sentidos se equivoca de cabo a rabo, reflejando su abandono de las concepciones marxistas. En un proceso de cooperación internacional entre países con gobiernos obreros revolucionarios, sustituir los combustibles fósiles por fuentes renovables de energía, que privilegien la captación directa de energía solar, exigirá un desarrollo considerable de las fuerzas productivas (inversiones considerables e innovaciones científicas y tecnológicas de considerable envergadura). El planteamiento marxista de hacer la revolución socialista, para liberar el desarrollo de las fuerzas productivas de las trabas del capitalismo (con su fragmentación en estados-nación y el imperio de la ganancia), es perfectamente vigente y más actual que nunca. Bajo el capitalismo el desarrollo científico y tecnológico se ha venido convirtiendo un una fuerza cada vez más destructiva, que tiene que ser reorientado en un sentido progresivo para la Humanidad.

Somos, entonces, categóricos: una sociedad de transición al socialismo sólo avanzará en un proceso internacional, sustentado por un desarrollo gigantesco de las fuerzas productivas y por ende de la producción material. Será, ciertamente, un proceso de reconversión de grandes sectores de la industria en los países imperialistas, en función de las necesidades más básicas de los seres humanos y de la necesidad de prevenir, disminuir y erradicar los daños que ocasionarán los desastres ambientales a la vista,  en una dinámica que abre la posibilidad de integrar y expandir (sin violentar y profundizar la fractura que creó el capitalismo con la naturaleza) la producción de valores de uso.

Así como en el plano político la transición hacia el socialismo estará marcada por la extinción progresiva del estado, en el plano económico esta transición se medirá por la desaparición de las desigualdades sociales y el restablecimiento de una relación metabólica con la naturaleza que tienda al equilibrio y la no afectación de los ciclos vitales de la biosfera.  En este sentido, coincidimos con el mandelismo en que se debe replantear qué necesidades debe cubrir prioritariamente la producción social. El capitalismo ha extendido su base productiva generando la necesidad de adquirir productos banales y favoreciendo una cultura del desperdicio.

La expansión del uso de combustibles fósiles, más allá de la producción industrial, ha tenido un elemento clave, en el desarrollo de la cultura del automóvil individual. Con un trabajo educativo muy paciente, habrá que convencer a la capas de la población que han podido acceder al mismo, de la necesidad de recurrir al transporte colectivo para evitar las emanaciones de gases de efecto invernadero. Este tipo de necesidades que creó el capitalismo, deben ser cuestionadas.

En lo que no coincidimos con el mandelismo y otras corrientes ecológicas contestatarias, es en planteos como impulsar procesos productivos con más trabajo vivo como alternativa a los procesos industriales e implícitamente a la globalización de la producción capitalista, concretamente: la producción campesina de carácter orgánico. Estos planteamientos reflejan salidas pequeñoburguesas para escamotear la necesidad de tomar el poder, expropiar las transnacionales, e imponer progresivamente una racionalidad diferente al aparato productivo orientada hacia la producción de valores de uso en función de las necesidades básicas del ser humano. Aunque le damos mucha importancia, para recuperar la producción de alimentos en nuestro país, amenazada por el cambio climático, a la pequeña producción campesina, y más aún de carácter orgánico, no vemos por qué en el marco de un proceso internacional de transición al socialismo, no podemos seguir intercambiando café, banano y los productos agrícolas que hoy se producen en condiciones capitalistas (claro está, que ahora bajo otras relaciones socialistas y de respeto al medio ambiente). Esto no descarta que se pueda eliminar algún producto muy destructivo del medio ambiente, tal como la piña o la palma aceitera.
Impulsar la transición al socialismo, no se va a dar dentro de un régimen de comunas autárquicas, sino sobre la base de los logros productivos más importantes alcanzados bajo el capitalismo,  reorientados a restablecer la armonía del proceso productivo con la naturaleza.

La fractura entre la ciudad y el campo, que implica la enajenación del ser humano de la naturaleza, su condena a ambientes artificiales y aberrantes como las grandes megalópolis de 20 y 30 millones de habitantes que están surgiendo, es un problema que habrá que enfrentar de otra forma. Las grandes urbes metropolitanas se deterioran progresivamente, sin embargo, agravado con las consecuencias de los desastres climáticos. Desde ahora podemos ir adelantando, que defendemos como orientación estratégica del planeamiento urbano: la integración de pequeños complejos habitacionales y productivos en el entorno natural, tal y como Bujarin y otros ecologistas lo plantearon en la URSS.

El desastre de la planta nuclear de Fukuyama en Japón como consecuencia de un  Tsunami, demuestra a las claras la inseguridad de estas plantas bajo las condiciones de rentabilidad que impone el capitalismo. Apoyamos su desmantelamiento y su sustitución por fuentes energéticas renovables, al igual que exigimos el desarme nuclear del imperialismo, y que cese la práctica de convertir a naciones pobres y atrasadas como Somalia o la India en vertederos de residuos tóxicos radioactivos. Sin embargo, frente a las amenazas del imperialismo de guerras preventivas y hasta del uso de armas atómicas contra el régimen norcoreano o la burguesía iraní, reivindicamos el derecho de estos países y de cualquier otra nación agredida por el imperialismo a dotarse de armamento atómico.


7)  ELABORAR EL PROGRAMA DE TRANSICIÓN EN EL TERRENO AMBIENTAL INTERVINIENDO EN LAS LUCHAS

Insistimos, si se trata de eliminar los hidrocarburos, es claro que el auto individual debe ser reemplazado por el transporte público (trenes y tranvías). Aunque esto sólo se logrará con el trabajo de concientización de un gobierno obrero revolucionario, el partido debe defender desde ya esta perspectiva en su propaganda. El abandono progresivo de la flota vehicular individual dependerá de alternativas baratas y accesibles de transporte público, que mejoren sensiblemente la calidad de vida.

Frente a la necesidad de nuevas fuentes de energía renovables, defendemos la necesidad de restablecer el monopolio estatal sobre la generación energética y las telecomunicaciones. Rechazamos la integración de la red eléctrica y la generación de energía en Mesoamérica en función de los plantes de las transnacionales.

Los cambios climáticos en curso amenazan gravemente la producción de alimentos a nivel mundial. Contra la penetración de las transnacionales de agroexportación en el campo y el intensivo uso de pesticidas y agrotóxicos que practican, exigimos el control más estricto y duras sanciones compensatorias para frenar el daño ecológico que provocan.  Sostenemos al pequeño productor campesino que produce alimentos. Exigimos el apoyo en créditos, insumos y ayuda técnica para impulsar estos procesos, y tierra para las y los campesinos desposeídos de la misma. Estamos por la prohibición total de semillas transgénicas, y las patentes de corso a las transnacionales farmacéuticas para explotar la biodiversidad de los bosques.

La defensa de las selvas y bosques contra los proyectos para extraer recursos minerales y la expansión de la agricultura de agroexportación de tipo industrial, es una tarea de primer orden para aminorar los efectos del calentamiento global y defender la biodiversidad de los mismos. Nos pronunciamos por eso a favor de una prohibición total de la caza deportiva de las especies silvestres y en contra de la crueldad hacia los animales. Luchamos además por la defensa de los bancos pesqueros del mar patrimonial de cada país, contra su entrega a las flotas pesqueras imperialistas.

Defendemos las fuentes de agua contra los proyectos turísticos y urbanísticos, haciendo norte en la prioridad de asegurar el abastecimiento para la población trabajadora y campesina. El agua es un derecho humano esencial que no puede depender de la lógica capitalista de garantizar el producto a quien pueda pagarlo.

8) EPÍLOGO

Hoy el daño a la vida en la biosfera es de tal magnitud, que es probable que nuestro movimiento tenga que realizar en los próximos años una revisión de la consigna formulada por Nahuel Moreno: "Socialismo u Holocausto"[1], porque sin duda la amenaza central para la sobrevivencia de la Humanidad hoy es el proceso de destrucción de la naturaleza. Ante esta realidad para nada es exagerado plantear la reformulación de esta consigna como “Socialismo o Extinción”  




[1] Moreno, Nahuel, Actualización del Programa de Transición. Tesis XL. Edición digital: https://www.marxists.org/espanol/moreno/actual/apt_4.htm#t40


[2] Nota editorial.  Las ciencias naturales han desarrollado una enorme actividad y se han adueñado de un material que aumenta sin cesar. La filosofía, sin embargo, ha permanecido tan extraña para ellas como ellas para la filosofía. La momentánea unión fue sólo una fantástica ilusión. Existía la voluntad, pero faltaban los medios. La misma historiografía sólo de pasada se ocupa de las ciencias naturales en cuanto factor de ilustración, de utilidad, de grandes descubrimientos particulares. Pero en la medida en que, mediante la industria, la Ciencia natural se ha introducido prácticamente en la vida humana, la ha transformado y ha preparado la emancipación humana, tenia que completar inmediatamente la deshumanización, La industria es la relación histórica real de la naturaleza (y, por ello, de la Ciencia natural) con el hombre; por eso, al concebirla como develación esotérica de las fuerzas humanas esenciales, se comprende también la esencia humana de la naturaleza o la esencia natural del hombre; con ello pierde la Ciencia natural su orientación abstracta, material, o mejor idealista, y se convierte en base de la ciencia humana, del mismo modo que se ha convertido ya (aunque en forma enajenada) en base de la vida humana real. Dar una base a la vida y otra a la ciencia es, pues, de antemano, una mentira". Manuscritos económico-filosóficos de 1844

[3] Con fines ilustrativos recomendamos ver el documental "Seis grados que podrían cambiar el planeta"

Comité Ejecutivo Partido Revolucionario de las y los Trabajadores (PRT) de Costa Rica

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