Una reflexión a propósito del Foro Socialista sobre Venezuela


Por Manuel Aguilar Mora

El pasado sábado 16 de marzo, en la Ciudad de México se realizó el Foro Socialista que organizamos varios grupos socialistas revolucionarios sobre la candente situación por la que atraviesa Venezuela, la discusión derivó decisivamente en una polémica sobre la posición que debemos adoptar quienes nos reivindicamos dentro de la izquierda socialista mexicana, allí representada por cinco grupos de la misma: la Agrupación Lucha Socialista (ALS) representada por Xochitl Guerrero, el Partido Obrero Socialista (POS) representado por Jesús Valdez, la Coordinadora Socialista Revolucionaria (CSR) representada por Carlos Ferra, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) representado por Luis Rangel y la Liga de Unidad Socialista (LUS) representada por mi. 

Las diversas intervenciones se refirieron al chavismo y precisamente en la caracterización de éste y ante todo de su expresión actual encarnada en la dirección de Nicolás Maduro se evidenció la divergencia de posturas a adoptar con respecto a la situación actual venezolana. De hecho en esta discusión en el Museo de la Memoria Indómita de la ciudad de México repercutió en forma evidente la gran divergencia que hoy divide a la izquierda socialista a nivel mundial sobre la adecuada y correcta postura a adoptar frente al conflicto venezolano.

A partir de una constatación evidente antiimperialista compartida absolutamente por todos los representantes citados de que rechazamos, nos oponemos y denunciamos la ofensiva imperialista orquestada por el gobierno de Trump con la participación de gobiernos de países de América Latina (“el grupo de Lima”) y de la Unión Europea. Y por supuesto, en el posible caso de una intervención militar del imperialismo estadounidense en el país caribeño, apoyaremos el frente de todas las fuerzas que la combatan. Pero dejando claro esta postura la discusión se centró en la posición a adoptar con respecto al gobierno de Maduro. ¿Qué representa el gobierno chavista de Maduro? ¿Quiénes lo componen? ¿Cuáles son sus objetivos?

En la respuesta a estos interrogantes se definieron dos posturas principales: la de la mayoría de los participantes y la expuesta por el representante del PRT. La postura prevaleciente en la mayoría de las intervenciones que partía de una posicionamiento antiimperialista al mismo tiempo hacía una crítica fundamental a las posturas del gobierno de Maduro, considerado representante del nuevo sector capitalista que ha surgido auspiciado y promovido por el chavismo, la llamada boliburguesía. Así, podríamos decir que este enfoque antiimperialista expresado por la mayoría va indisolublemente unido a una postura  anticapitalista.

Obviamente la dependencia de la renta petrolera fue mencionada y también se señaló que precisamente el deterioro terrible de la situación económica del país está directamente vinculada al hecho que el chavismo no representó un cambio fundamental en este aspecto, no fue una verdadera revolución: Venezuela siguió siendo con Chávez y ahora con Maduro un país capitalista dependiente de la renta petrolera. El alto precio del barril petrolero en la primera etapa del gobierno chavista le permitió a éste realizar una política asistencialista popular, arropada con verborrea socialista que apenas velaba la continuación del esquema rentista tradicional del capitalismo venezolano. En las postrimerías del gobierno de Chávez, pero ante todo de su sucesor, el margen de acción reformista se precipitó junto con la caída del precio del barril. El apoyo masivo de los primeros años del chavismo se ha erosionado de tal manera que hoy vemos como la oposición encabezada por Juan Guaidó, un personaje fabricado por los antiguos burgueses en alianza estrecha con Washington, ha podido abrirse un campo de acción masivo que los métodos agresivos y violentos usados anteriormente por dicha oposición no pudieron conquistar. Por su parte, el gobierno de Maduro se ha debido apoyar en el ejército, al cual concedió el control del petróleo y de otros importantes enclaves económicos, recurriendo cada vez más a la represión, tensando así al extremo las contradicciones claramente expresadas en el surgimiento de los dos polos burgueses enfrentados: la Asamblea Constituyente convocada por Maduro para gobernar por decretos y la Asamblea Nacional Legislativa que ha proclamado ha Guaidó como el presidente de la República. El papel de las masas trabajadoras y explotadas queda así limitado a ser un apoyo subordinado a la puja de cualquiera de los dos bloques.

La crisis económica y de administración gubernamental han permitido entender con mayor claridad que Maduro ya no puede parapetarse solamente en el argumentos de que la catástrofe económica, la emigración masiva de la décima parte de la población y las evidencias elocuentes de la mala administración (apagones eléctricos de varias horas en todo el país) se deben ante todo al boicot del imperialismo estadounidense. La corrupción generalizada y la evidente caótica administración gubernamental son factores que Maduro ya no puede esconder, ni eludir la responsabilidad de su gobierno.
 


... Lo que está en juego

Para nosotros lo que está en juego es el papel independiente y revolucionario de las masas trabajadoras y explotadas, que constituyen las únicas fuerzas capaces en Venezuela de resistir y lograr vencer la ofensiva imperialista. Pero mientras dichas masas trabajadoras estén supeditadas a cualquiera de los dos bloques en pugna su potencial de lucha permanecerá restringido, no se podrá desplegar con toda su fuerza. La estrategia revolucionaria en tales circunstancias no puede consistir en confiar en cualquiera de los dos polos, ni en el de Maduro, ni, por supuesto, en el de Guaidó.

Los compañeros que consideran que en Venezuela la meta principal es “derrotar a la derecha” abandonan la orientación clasista que es fundamental en una lucha antiimperialista y de emancipación social. En Venezuela la lucha no es meramente una lucha entre la “izquierda” y la “derecha”: ante todo es una lucha contra el imperialismo que sólo puede lograr su victoria si los trabajadores y sus aliados luchan al mismo tiempo por sus metas democráticas y liberadoras que no son posibles de satisfacer en el capitalismo dependiente que es el único que puede existir en países dominados por el imperialismo en la actualidad. Si no se trasciende el capitalismo dependiente en América Latina, el destino del subcontinente es seguir siendo el patio trasero del imperialismo, en especial del estadounidense. Maduro y el chavismo tienen otros fines, contradictorios y opuestos a los de los trabajadores. El chavismo ha corporativizado a los trabajadores, ha impedido cualquier atisbo de independencia de clase, desorientando y confundiendo a los trabajadores. El PSUV, el partido oficial del chavismo, se parece mucho a lo que fueron el PNR, el PRM y el PRI desde los años treinta en nuestro país. También en Venezuela se ha asentado una corrupta y represora burocracia sindical que ha destruido cualquier movimiento libertario y emancipatorio de los trabajadores, unciéndolos al carro del estado capitalista. Por eso la independencia completa y total con respecto al gobierno de Maduro es una premisa necesaria para el triunfo del pueblo trabajador y explotado de Venezuela.

Muchos obstáculos se delinean en el horizonte para lograr la independencia política, ideológica y organizativa de los trabajadores y del pueblo explotado. Pero dicha estrategia es la única garantía del triunfo popular. Por eso en la polémica del Foro Socialista surgió en forma natural la cuestión central no sólo en Venezuela sino en toda América Latina, en México también por tanto, de los socialistas revolucionarios, a saber, la construcción necesaria y cada vez más urgente de partidos revolucionarios de los trabajadores capaces de encarnar esa dirección independiente, ecologista, feminista e internacionalista que ha estado ausente en las crisis como la de Venezuela y podríamos agregar otros ejemplos, en la historia del subcontinente (recientemente en Brasil, por ejemplo) y de otros lugares.

Más que nunca es actual la convocatoria de Trotsky puesta como la primera frase del programa de Transición de la Cuarta Internacional en 1938: “La situación política mundial en su conjunto, se caracteriza principalmente, por la crisis histórica de la dirección del proletariado”. Extrañamente el camarada Luis Rangel del partido que lleva esos nombres, Partido Revolucionario de los Trabajadores, llegó a decir en su intervención que “no podemos seguir repitiendo lo que venimos diciendo en los últimos 80 años”. Con una visión tan miope de la historia y de la estrategia revolucionaria en Venezuela y, podemos agregar, en México, difícilmente en verdad se podrá realizar con éxito en la práctica la convocatoria de Trotsky y menos aún la de Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista que desde 1848 convocaba a la unidad del proletariado mundial.
                          
Pero el comentario del compañero Luis Rangel no es privativo de él. Existen sectores que se proclaman socialistas y revolucionarios en todos los países que comparten esa perspectiva desarmante ante las tareas convocadas por los fundadores de la Cuarta Internacional. Es un hecho que hay que reconocer pero al cual debemos oponernos. Desastres sociales, bélicos y ecológicos serán aun más grandes que los actuales si persiste el fracaso en la construcción de las alternativas socialistas revolucionarias. Por eso debemos oponernos firmemente a toda estrategia supuestamente revolucionaria que ate y restrinja las potencialidades de los trabajadores y sus aliados y los lleven a la cola de alternativas burguesas (como la de Maduro) o socialdemócratas (como fue, en cierta forma, la de Lula y su sucesora Dilma Roussef). Mucho está en juego en Venezuela.

La dirección del gobierno burocrático cubano que constituye el principal asesor político de Maduro, sabe que la mira del imperialismo se concentrará todavía más sobre la isla. Pero la influencia cubana en Venezuela ya no es la de una revolución en pleno ascenso como en los años sesentas, sino la de una burocracia que convivió durante décadas con la burocracia soviética lo que significó la estalinización de muchos de sus actuales métodos y funcionamiento. Pero igual que su apoyo a la dictadura de Ortega-Murillo en Nicaragua, el que ha dado a Maduro, en nada beneficia a la causa de la lucha del pueblo cubano.

La situación de Venezuela con todas sus consecuencias que diariamente son noticias, con el impacto que tendrán en la lucha de clases de América Latina y del mundo entero, cualesquiera que sean finalmente, es una situación que pone al descubierto esa cuestión fundamental “ya vieja de 80 años”: la construcción de la dirección revolucionaria socialista, independiente e internacionalista es la tarea clave a resolver por todo aquel que verdaderamente luche por la transformación revolucionaria del país en que se encuentre y de esta manera contribuya a la liquidación del sistema capitalista mundial.

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