Todos los días
oímos que en México hay una violación generalizada a los derechos de las
personas. Hay ejecuciones extrajudiciales y asesinatos de periodistas, y muchos
compatriotas e inmigrantes son desaparecidos a la fuerza. Los que estamos en
las cárceles por razones sociales y políticas somos cada vez más. La represión
gubernamental también se ensaña contra mujeres, madres y abuelas, como es mi
caso y el de María de la Cruz Dorantes, encarcelada en Acapulco por oponerse a
la construcción de la presa La Parota.
Yo, Nestora Salgado García, ya llevo más de dos años de reclusión. Gracias a algunos medios de comunicación muchas personas saben que mi cautiverio es injusto, pero menos saben que el doctor José Manuel Mireles está enfermo en una cárcel de alta seguridad a miles de kilómetros de su familia. Su delito es el mismo que el mío: organizamos al pueblo para que pudiera protegerse de delincuentes y de funcionarios corruptos. En Guerrero existen otros 12 policías comunitarios presos, entre ellos Arturo Campos y Gonzalo Molina. Y en Michoacán hay una lista aún más larga de autodefensas encarcelados, como Semeí Verdía, líder indígena de Ostula. ((Al parecer hoy 6 de octubre lo dejaron en libertad)).
Oaxaca y Puebla
también parecen competir por cual tiene más presos sociales tras las rejas. De
un golpe 25 oaxaqueños fueron capturados y ya había otros en las mazmorras; en
Puebla se habla de más de 160 presos políticos, encabezados por Simitrio
Sarabia, que se encuentra con su salud quebrantada.
Desgraciadamente,
la práctica de convertir en criminales a los luchadores sociales no es sólo de
México. En Costa Rica el dirigente de obreros cortadores de plátano, Orlando
Barrantes Cartín, a quien saludo, fue sentenciado a doce años de prisión.
Urge que en
México se respeten los derechos humanos y que haya justicia. Queremos un país
sin asesinatos ni desapariciones forzadas y sin presas y presos políticos.
Queremos un México en donde nuestros hijos y nietos puedan salir seguros a la
calle sin que tengan el temor de ser asaltados, secuestrados, capturados,
levantados o asesinados.
Ya empieza a
darse la unidad en la lucha por la libertad para los que estamos presos. Saludo
que se haya logrado la excarcelación de Marco Antonio Suástegui, de Guerrero;
de Miguel Luna, de la tribu yaqui de Sonora; y de Semeí Verdía, de Ostula,
Michoacán. El Comité Nacional por nuestra libertad empieza a actuar y es una
esperanza.
Yo llamo a
todos los familiares de presas y presos políticos, a todos y a todas los que se
han interesado en nosotros los que estamos tras rejas, para que se unan y
lleven a cabo una acción decidida y contundente, dentro de la ley, para
presionar por nuestra libertad.
Los llamo para
que se reúnan lo más pronto posible –el 12 de octubre- y decidan una acción en
la Ciudad de México y protestas en otros lugares. El 27 de octubre, día en que
el pueblo de Olinalá despertó y se levantó por su defensa, podría ser una fecha
de lucha común.
El padre Alejandro
Solalinde propone otras fechas, para que elijan la que mejor acomode a todas y
todos. Podría ser también el 4 o el 9 o el 11 de noviembre. O en otra fecha.
Se trata de organizar
una jornada de luchas enérgicas que hagan resonar la voz de los que estamos
injustamente apresados. Se trata de conseguir un México sin presos políticos,
sin desaparecidos, sin ejecutados, en suma queremos un México democrático.
Atenta y
fraternalmente:
Nestora Salgado
García.
Cárcel de
Tepepan, a 7 de octubre de 2015.
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