La concepción de partido




x Jesús Valdez

Desde el año 2005, mi definición ideológica se decidió por el marxismo de Trotsky, fue un año más tarde que integrándome a Militante, di mis primeros pasos en este terreno. Con la degeneración y ruptura de esta organización que más adelante se manifestó en una crisis aguda que ahora nos provoca risa cuando volteamos a mirarlos, muchos jóvenes vivimos el desencanto de los partidos y organizaciones de izquierda oportunistas y traidores, desde entonces, formo parte de esa juventud asqueada de los partidos y organizaciones de izquierda, mirando a lo largo de estos años, sus virajes políticos que también dan risa, como el caso de los estalinistas o los siempre dogmáticos maoístas. En el caso de las organizaciones trotskistas, unas pecan de ultras, otras de hipócritas, y parece ser que muchas de estas, andan perdidas en la constituyente, en los frentes populares y las coaliciones sin principios. Me limito a afirmar que “sólo el que no hace nada, nunca se equivoca”. La crisis de la izquierda en México, no sólo toca a los partidos electorales, sino también a las organizaciones de izquierda. Muchas de estas organizaciones, hablan, se esmeran en construir el partido de los de abajo como proyecto histórico, esto es lo que trataré de abordar en este documento.

1.      Del porqué no usar el concepto de partido como tabla de salvación de cualquier movimiento.


A mi parecer, no es correcto abordar el asunto del partido como tabla de salvación de todos los movimientos, ni tampoco hacer fetichismo de él sin tomar en cuenta que estos “partidos revolucionarios” (algunos institucionales), también son sometidos a las presiones de clase, y frecuentemente cuando son pasan a la prueba de la lucha de clases, terminan por reventar en mil pedazos en lo organizativo, en los principios, o simplemente, se muestran incapaces de estar a la altura de las circunstancias. Por poner un ejemplo, casi todas las tendencias del movimiento social en Oaxaca, han podido estar a la cabeza de los procesos como el de la APPO o los momentos de auge de la Sección XXII, muchos de ellos no han podido con la presión, como ejemplo, el Grupo Marxista Revolucionario del que formé parte. Si bien como colectivo marxista apenas veía la luz, tuvimos una serie de aciertos que en el momento más duro de la crisis, salieron a relucir esos “pequeños detalles”, nuestro talón de Aquiles que dio al traste con la organización. Muchos nos sentimos contentos con esa experiencia, pues pudimos ver nuestras deficiencias que de no ser sometidas a la praxis revolucionaria, jamás las habríamos notado (nadie experimenta en cabeza ajena). Esta experiencia nos ayudó para acompañar nuevos procesos de lucha y dar no sólo la mano, sino el consejo de un camarada.

Frecuentemente encuentro en la prensa de grupos trotskistas análisis a veces parcialmente correctos (denuncia de frentes populares con el PRD y MORENA), crónicas de luchas recientes con consignas que idealmente son correctas, pero que no encuentran un puente en la práctica para ser realizadas “formar un partido obrero” que realice las tareas de la revolución socialista, para muestra, basta un botón:

“Todos los ciudadanos sin excepción deben actuar como jueces y participar en el gobierno del país. Y lo más importante para nosotros  es enrolar a todos los trabajadores, sin excepción, en el gobierno del Estado. Esta tarea es tremendamente dificultosa. Pero el socialismo no puede ser introducido por una minoría, por un partido político.”

Lenin, Obras Escogidas. Tomo VIII. Citado por Raya Dunayevskaya en “Filosofía y revolución”

A mi parecer, lo que los marxistas entendemos como “partido”, es la organización de la clase, un catalizador del tránsito de la “clase en sí” hacia la “clase para sí”. No se puede hacer fetichismo del partido, porque este también está sujeto a influencias burguesas, desde que miembros del partido marxista pasan a formar parte de la aristocracia del trabajo, en algunos casos, su posición social, afecta directa o indirectamente su conciencia de clase. Son más cercanos a las capas altas de la pequeña burguesía que al obrero común, al campesino y por tanto, su ser social, en algunos casos, termina por minar su conciencia revolucionaria. Por ello, Lenin y Trotsky, procuraban de hacerse de la vida de un obrero común (no morirse de hambre, claro está, aunque muchas veces si faltaban los billetes). En opinión de Trotsky:

“¿Cómo llegará el proletariado a la comprensión subjetiva de la tarea histórica que le plantea su situación objetiva? Si el proletariado como clase fuera capaz de comprender inmediatamente su tarea histórica no serían necesarios ni el partido ni los sindicatos.
La revolución habría nacido simultáneamente con el proletariado. Por el contrario, el proceso mediante el cual el proletariado comprende su misión histórica es largo y penoso, y está plagado de contradicciones internas.

Solamente a través de prolongadas luchas, de duras pruebas, de muchas vacilaciones y de una amplia experiencia, los mejores elementos de la clase obrera de la vanguardia de las masas alcanzan esa comprensión. Esto se aplica tanto al partido como a los sindicatos.” Trotsky. Una discusión necesaria con nuestros camaradas sindicalistas, en “acerca de los sindicatos”. 


Frecuentemente, los trabajadores (las masas dicen algunos) suelen ser más revolucionarios que el partido más revolucionario, eso lo decía con frecuencia Lenin hablando precisamente de su partido: el bolchevique. Durante la revolución de 1905, el único que entendió la dialéctica de la historia en ese momento, fue León Trotsky en su análisis sobre la citada revolución de la que el formó parte como Presidente de los Sóviets. El 22 de junio de 2012, elaboré un documento sobre el concepto de partido cuando dos compañeros del Partido Obrero Socialista me propusieron que abordáramos el tema, pues les dije que no conocía bien al POS y les propuse que nos siguiéramos reuniendo, coordinando, y sobre la marcha ir tocando ese tema. Muchas veces me perdieron la pista por mis lapsos de trabajo en el D.F., como respuesta a esa invitación, fue que hice ese trabajo llamado: “Sobre la organización espontánea de los trabajadores y su relación con el concepto de “partido de vanguardia”. Este documento también fue enviado a compañeros del GI que me habían hecho la misma propuesta, y de hecho nos coordinábamos varios activistas con POS y GI. La discusión sobre cómo construir un partido marxista quedó eclipsada por los arranques del gurú del Grupo Internacionalista contra el campesinado, las luchas autónomas y la difamación al POS más en particular. Hecho, este paréntesis, seguiré esta carta, apoyándome del documento citado:

- Trotsky explica (…) que en esos momentos no existía una organización socialdemócrata capaz de atraer a los trabajadores hacía sí y convertirse en vehículo de la lucha de clases, que había que buscar en la misma industria la forma de organización: “puesto que el proceso de producción era el único lazo entre las masas proletarias, desprovistas de experiencia organizativa, la representación tenía que adaptarse a las fábricas y talleres”… “el partido siempre había realizado lo esencial de su trabajo en laboratorios secretos, en los antros de conspiración que las masas ignoraban(…) “El sóviet, desde el momento en que fue instituido hasta el de su pérdida, permaneció bajo la poderosa presión del elemento revolucionario, el cual, sin perderse en consideraciones vanas, desbordó el trabajo de la intelligentsia –intelectualidad- política” (1905, resultados y perspectivas).-

- Como hemos visto, o leído; los soviets son en un principio una especie de consejo nacional de huelga, un comité de huelga industrial ampliado; pero pronto este comité absorbe a más y más capas del proletariado del campo y de la ciudad, a los sectores más oprimidos por la autocracia. Durante este peridod, los bolcheviques, quienes no comprendieron la formación histórica del proceso revolucionario, con una actitud sectaria y hasta mesiánica, se dirigieron al Sóviet de San Petersburgo, presentando un ultimátum: o los trabajadores aceptan el programa y la política del partido, o deberían disolverse. Los trabajadores presentes solamente se miraron entre sí, se encogieron de hombros y siguieron con su tarea histórica. Pasaron al siguiente punto del orden del día, con lo cual los bolcheviques al no erigirse como dirigentes del Sóviet, abandonaron la reunión. Tal y como la leyenda de la Zorra y el árbol de Parra, que al ver que no alcanzaba sus hojas, terminó por decir que no era apetecible.

Desde el extranjero, Lenin veía con consternación y frustración la actitud de sus compañeros; pero en parte sí era culpable de ello, pues en su ¿Qué hacer?, siguiendo a su maestro Carlos Kautsky, afirmaba que la conciencia socialista era introducida a los obreros por los intelectuales del partido. En esos momentos comprendió que las cosas no eran así, pidió con urgencia a sus partidarios que participaran en el movimiento vivo y finalmente corrigieron su error; comenzaron a comprender, a actuar, a ser parte de “esas masas”, a fundirse como uno solo… pero ya era demasiado tarde. Años más tarde Lenin recordaba “La lucha huelguística no tenía paralelos en ninguna parte del mundo. La huelga económica se convirtió en huelga política y, más tarde, en insurrección”, ya tendría tiempo de participar en una nueva revolución, en la de 1917, incluso interrumpió su obra teórica de “El Estado y la revolución” diciendo “es mejor estar en una revolución, que escribir sobre ella”. -

Cuando se habla de que la conciencia socialista es introducida al proletariado por parte de la inteligentsia del partido, es una verdad a medias, relativa. Pues siguiendo la ley histórica “las masas son más revolucionarias que el partido revolucionario”, podemos echarle un ojo a la revolución francesa, donde tanto Girondinos, como Montañeses en el parlamento de 1792, se oponían a las medidas revolucionarias de los sans-culottes, quienes ya habían tomado tierras, establecieron clubes, asambleas, comités, que se agrupaban en secciones y entablaron comités de correspondencia para mantener unificado, coordinado el movimiento, los sans-culottes, eran la masa bronca de los trabajadores franceses. En palabras de Raya Dunayevskaya:

“Los dos rasgos que caracterizan los grandes períodos de sublevación son: Uno, que un nuevo sujeto nace para responder a las demandas objetivas de la historia haciendo que la libertad y la razón se conviertan en la realidad cotidiana. Y dos, se crea una nueva relación entre la teoría y la práctica. Así sucedió en el pasado: Los niveladores en el siglo XVII inglés, los sans culottes en la Revolución Francesa de 1789-1793; los esclavos fugitivos que empujaron a los Estados Unidos a la Guerra Civil de 1861-1865; el proletariado de San Petersburgo en la Revolución Rusa de 1905 y 1917.” Prefacio la segunda edición de su Marxismo y Libertad. Pág. 34 de la edición virtual, que adjunto con esta carta virtual.
Los representantes de las clases oprimidas en el parlamento de 1792 fueron los enragés (furibuindos), quienes representaban las demandas de pan, tierra y poner un alto a la bolsa de valores frente girondinos y montañeses:

“Diputados de La Montaña”, dijo Jacques Roux, “es una lástima que no hayan subido del tercer piso al noveno de las casas de este pueblo revolucionario; se habrían con-movido por las lágrimas y los gritos de las grandes masas, carentes de pan y sin ropas, reducidas a tal estado de angustia y de miseria por culpa del juego de la bolsa de valores y la especulación con los alimentos”. Otro de los enragés, Theopile Lecrerc:

 “invitó a los legisladores a levantarse a las tres de la mañana y tomar su lugar entre los ciudadanos que asediaban las puertas de las panaderías: “Tres horas de espera en las puertas de una panadería le proporcionaría mayor aprendizaje a un legislador que cuatro años en las bancos de la Convención”. (Citado por Raya Dunayevskaya en su Marxismo y libertad).

Es así, que Raya, concluye lo que llama “el movimiento desde la práctica, hacia la teoría”:

Es verdad que antes de la Revolución, los sans-culottes, es decir, las capas más importantes del movimiento de masas, no tenían ninguna teoría de la democracia directa. Ni nadie más la tenía, y menos aún los filósofos. Es verdad que los pobres de la ciudad no se organizaron para poder ser un sustituto consciente del Parlamento. Sin embargo, espontáneamente le imprimieron un contenido nuevo a las antiguas instituciones, tales como la Comuna y al mismo tiempo, formas completamente nuevas de asociación. Por el simple hecho de no irse a casa después de votar y quedarse hablando, las asambleas electorales se transformaron en genuinas asambleas de deliberación y acción de la comunidad. (pág. 46-47)

La Revolución comenzó con la toma de la Bastilla en 1789, pero la monarquía feudal no fue derrocada definitiva y absolutamente hasta que las masas trabajadoras en las Secciones de París consumaron la insurrección del 10 de agosto de 1792. Sólo entonces la legislatura decidió que la nueva Asamblea, la Convención, fuera elegida por sufragio universal. De manera que la democracia no fue inventada por la teoría filosófica ni por el liderazgo burgués, sino fue descubierta por las masas en su método de acción. (Ibíd pág. 48)


Quien alaba la teoría y el genio pero no reconoce los límites de un trabajo teórico, deja de reconocer también lo indispensable del teórico. Toda la historia es la historia de la lucha por la libertad. Si como teórico, su sensibilidad está atenta a los nuevos impulsos de los obreros, se crearán nuevas “categorías”, una nueva manera de pensar, un paso adelante en el conocimiento filosófico. (Ibíd. Pág.112)


De la teoría a la práctica

Si bien, he señalado algunos de los vicios de los teóricos revolucionarios, ahora me remito a lo indispensable de la teoría y la organización de la clase a pesar de las dificultades y peligros que implica la construcción del partido revolucionario, pues no se trata de un camino ascendente y rectilíneo hacia la toma del poder por parte del partido, como lo quisieran hacer ver los estalinistas cuando hacen fetiche del partido bolchevique, sino que se trata de un rico, largo y sinuoso camino… (como dijeran los Beatles). En la visión estalinista, se habla de un Lenin todopoderoso, que todo lo ve, que nunca se equivoca, casi casi le quitan su aspecto humano para elevarlo al nivel de una deidad revolucionaria a la que no se le puede objetar nada, no se le puede criticar, no se puede hablar de sus tropiezos, fracasos, derrotas, mucho menos de sus nuevos comienzos en la teoría y en la práctica, se nos presenta el Lenin del ¿qué hacer? y de ahí para adelante, derechito a la revolución socialista.  De acuerdo con “El partido bolchevique” de Pierre Broué: “Las referencias que, con anterioridad a 1917, se hacen al –Partido Bolchevique- suelen ser, por su oscuridad, responsables de que se incurra en la confusión de las tres organizaciones distintas que la historia ha unido íntimamente: El Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POS-DR) cuya dirección se disputaron varias fracciones entre 1903 y 1911; la fracción bolchevique de ese partido, y el partido obrero socialdemócrata ruso (bolchevique), que se fundó en 1912. En realidad, el bolchevismo no fue originariamente sino una determinada concepción, formulad por Lenin, acerca de cómo construir el Partido Obrero Socialdemócrata –podríamos decir revolucionario- que, para todos los socialistas de aquella época constituía el instrumento necesario para el derrocamiento del capitalismo por la clase obrera y para la instauración de un orden socialista.”  (pág. 16 de la edición virtual).

Broué continúa narrando que, los primeros marxistas rusos son parte del “Grupo para la liberación del trabajo”, fundado en 1883 por Plejánov, el terrorista Vera Zásulich y Pavel Axelrod. Existen proyectos de cartas de Federico Engels a Vera Zásulich, incluso hay cosas más interesantes de Carlos Marx dedicadas a la edición rusa del Manifiesto Comunista. Una segunda generación de marxistas, está encabezada por Lenin y Yuri Mártov. El 24 de diciembre de 1901, aparece el primer ejemplar de Iskra, compuesta por 10 emisarios, que para 1903, no pasan de ser 30; es decir, lo que ahora conocemos como “una secta” en el movimiento obrero… el problema es que en México hay muchas de esas y de todas no se ha hecho un partido bolchevique, pero es parte de una crisis histórica. El grupo iskrista, es una “secta” errante que va eligiendo a los mejores elementos de cada organización revolucionaria rusa para construir un aparato central, un “estado mayor” de las luchas obreras en Rusia. Es así que nace el ¿qué hacer de Lenin?, su primer trabajo teórico sobre el partido, donde emula, entre otras cosas, las posturas kautskianas mencionadas al inicio de esta carta. Una idea central del ¿qué hacer?, es la lucha contra el economicismo, pues limitarse a las demandas puramente económicas, es dejar un vacío histórico en el poder, cediéndolo en nuestros tiempos a las direcciones burguesas, en tiempos de Lenin, también había sectores de la burguesía y la pequeña burguesía que luchaban contra la autocracia del Zar Nicolás. El ¿qué hacer de Lenin?, recibe las críticas ácidas de Rosa Luxemburgo y de León Trotsky, el documento fue un escándalo en la internacional, pues se acusa a Lenin como un dictador de partido. Otro concepto importante del ¿qué hacer?, es la concepción de un frente interno y un frente externo, el interno sería el órgano fuertemente centralizado, mientras el externo, se rige bajo la más amplia democracia en los sindicatos, en las organizaciones obreras. Lenin se anotó varios goles con su organización clandestina, pues el partido, o mejor dicho, la fracción bolchevique, logró mover de un lugar a otro elementos que se encontraban en peligro, evadiendio a la orjana Rusa. Debido a las condiciones de clandestinidad, se formó un grupo recalcitrante al que Lenin llamó los komitechi (hombres de comité o comiteros), quienes representaban fielmente el espíritu de círculo, ese vicio intelectualista desligado de la práctica cotidiana del movimiento obrero. Estos hombres de comité, no eran conocidos ni elegidos democráticamente por los miembros de los comités locales.


Continuará 







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