El significado de Ayotzinapa

Hablar de construir un humanismo revolucionario cuando tenemos ante nosotros la barbarie cometida contra los normalistas en Guerrero puede parecer, para algunos, una evasión de la realidad. Sin embargo, es sólo a través de la concepción y realización de una visión emancipatoria de esa índole como podremos detener la masacre contra nuestros jóvenes, nuestros indígenas, nuestras mujeres —en suma: de todos los pobres y marginados, de los condenados de la Tierra aquí en México.
Por ello, nuestro principal reto consiste en transformar este momento de protesta masiva, del dolor y la rabia, en un movimiento total de resistencia que sea, a la vez, un tiempo del no y un tiempo del sí. Esto es: hacer de este nuevo momento un nuevo comienzo que permita destruir de raíz lo viejo (el tiempo del no) y, simultáneamente, construir un humanismo revolucionario (el tiempo del sí).
De igual forma, escribir sobre “la revolución en permanencia” podría parecer un mero ejercicio del pensamiento abstracto —cuando lo que tenemos ante nosotros es la violencia de cada uno de los niveles de gobierno (municipal, estatal, federal); de cada partido político (PRI, PAN, PRD, sobre todo); de cada instancia de la policía (local, estatal, federal); de cada una de las fuerzas armadas y de cada grupo del narcotráfico: todos ellos contribuyen a la descomposición, a la podredumbre del México de arriba. Este país es una tierra llena de cementerios —clandestino y legales—, en donde decenas de miles han muerto o están muriendo a manos de una sola entidad: el narco-Estado-gobierno-policía-fuerzas armadas-partidos políticos-cárteles de la droga.


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