La ley del paralelogramo de fuerzas se verifica incluso en la política. La resultante es, como se sabe, tanto más pequeña cuanto más divergentes sean las fuerzas entre sí. Cuando los aliados políticos tiran en direcciones opuestas, la resultante es cero.
En ciertas circunstancias históricas, un bloque de este tipo, es capaz de arrastrar a las masas pequeñoburguesas oprimidas, cuyos intereses están próximos a los del proletariado, ya que la fuerza común de este bloque resulta mucho mayor que las resultantes de las fuerzas que lo constituyen. Por el contrario, la alianza del proletariado con la burguesía, cuyos intereses, actualmente, en las cuestiones fundamentales, forman un ángulo de 180º, no puede, en términos generales, sino paralizar la fuerza reivindicativa del proletariado.
León
Trotsky. Lección de España; última advertencia.
Por Jesús Valdez
El 1o de julio de 2018 los candidatos presidenciales
reconocieron la victoria de Andrés Manuel López Obrador por un amplio margen,
para mí su proyecto de nación es tan neoliberal como el resto, en él no existe
nada novedoso salvo algunas prebendas y promesas para ganar votos. En el
periodo actual existen dos ventajas acorde a la correlación de fuerzas:
1. 1.
AMLO en campaña comprometió a derogar la reforma
educativa, energética, los decretos presidenciales sobre el agua, cancelar el
proyecto del NAICM y crear una "comisión de la verdad" (lo cual no
basta y huele a simulación) en el caso Ayotzinapa. Eso le ha acarreado una
victoria fulminante que ha puesto en peligro de extinción a los partidos
tradicionales del régimen.
2.
La mayoría en las dos cámaras da las
condiciones para empezar a presionar desde el 1o de diciembre para que esto y
otras demandas se cumplan. Del otro lado estarán los empresarios y los sectores
más recalcitrantes de la partidocracia incrustada en el Morena y el nuevo
estado para seguir haciendo de las suyas. La presión en el lado opuesto será a
partir de la movilización popular o de lo contrario ninguna de estas promesas
de campaña serán cumplidas y se quedaran en eso: promesas de campaña, lo cual
no empobrece a nadie.
Añado un tercer punto: Los sectores oportunistas en el movimiento social que siempre han estado al servicio de los gobiernos en turno pondrán mil pretextos para que esto no se cumpla, pues siempre han vivido de la prebenda, el hueso, la candidatura y se han adaptado a esta partidocracia saltando de un puesto a otro, de un partido a otro, siempre velando por intereses personales o de grupo. La hora de los pueblos y los trabajadores mexicanos ha llegado, los resultados de la actual elección a mi juicio no son resultados del carisma de un individuo, sino de un hartazgo histórico acumulado por décadas que se ha expresado en una profunda crisis política y social que se manifestó desde el primer día del actual sexenio que comenzó con una crisis de legitimidad, pasando por la combativa jornada de la lucha magisterial de 2013 y 2016, la crisis de Ayotzinapa y el movimiento contra el gasolinazo, pasando por la actual crisis del agua.
Al PRI le llevó por lo menos 70 u 80 años demostrar de qué
está hecho para ser desechado por las masas mexicanas en el año 2000, el
“gobierno del cambio” de Fox más el sexenio de Felipe Calderón terminaron por
hundir a su partido, al PRD le llevó por lo menos 25 años en completar su
degeneración de 1988 a la firma del “Pacto por México” en 2013. AMLO por su
parte creó un partido deforme, con un programa tan ambiguo como neoliberal, con
una democracia interna casi inexistente, un modelo vertical y de imposiciones
tanto de candidaturas como de puestos de dirección “a dedazo” (como los que ocupan
sus hijos).
El gobierno de AMLO y su partido a mi parecer sufrirá una
rápida erosión, pues ni bien ha comenzado su sexenio y ya está empezando a
traicionar los intereses de los trabajadores mexicanos, muchas de sus promesas
de campaña han sido desmentidas por el mismo AMLO y su gente. A manera de
autocrítica, los llamados gobiernos de “centro izquierda” en América Latina han
fracasado por intentar conciliar lo inconciliable: el capital con el trabajo,
al explotado con el explotador, al hambriento con el saciado; además de
escándalos tremendos de corrupción como el caso de los gobiernos de los Lula y
Dilma en Brasil, los Chávez y los Maduro en Venezuela, los Kirchner en
Argentina, las Bachelet y sus políticas represoras contra los estudiantes en
Chile, los Correa en Ecuador y los Ortega en Nicaragua. Todos ellos pactando
con la burguesía, haciendo gobiernos de frente popular tratando de equilibrar
la balanza de la “justicia” y la falsa “igualdad” social.
Todas estas promesas incumplidas han permitido no sólo
insurrecciones populares, sino el retorno de la derecha en algunos de estos
países o el simple hecho de que el descontento social y la oposición sean
capitalizados por la extrema derecha. El reto de la izquierda radical en
nuestros tiempos, es ser la principal fuerza opositora, construir referentes de
clase en donde las masas y organizaciones sociales nos podamos agrupar bajo una
agenda común.
Julio de 2018
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