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1.
El imperialismo, el socialismo y la
liberación de las naciones oprimidas
El imperialismo es la fase superior del desarrollo del
capitalismo. En los países adelantados, el capital sobrepasó los
marcos de los
Estados nacionales y
colocó al monopolio
en el lugar
de la competencia, creando todas las premisas objetivas
para la realización del socialismo. Por eso, en Europa occidental y en Estados
Unidos se plantea en la orden del día la lucha revolucionaria del proletariado
por el derrocamiento de los gobiernos capitalistas y por la expropiación de la
burguesía.
El imperialismo empuja a las masas hacia esta lucha al
agudizar en grado enorme las contradicciones de clase, al empeorar la situación
de las masas, tanto en el sentido económico -- trusts, carestía -- como en el
político: ascenso del militarismo, mayor frecuencia de
las guerras, recrudecimiento de
la reacción, afianzamiento y
ampliación de la
opresión nacional y de la rapiña colonialista. El socialismo victorioso debe
necesariamente realizar la democracia total; por consiguiente, no sólo tiene
que poner en práctica la absoluta igualdad de derechos entre las naciones, sino
también realizar el derecho de las naciones oprimidas a su autodeterminación,
es decir, el derecho a la libre separación política. Los partidos socialistas que no
demostraran en toda su actividad, ahora, durante la revolución, como luego de
su victoria, ser capaces de liberar a las naciones avasalladas y construir las
relaciones con las mismas sobre la base de una unión libre -- y una unión
libre, sin libertad de separación, es una frase mentirosa --, esos partidos
cometerían una traición al socialismo.
Desde luego, la
democracia también es
una forma de
Estado que deberá
desaparecer cuando
desaparezca el Estado,
pero eso sólo
ocurrirá cuando se
produzca la transición
del socialismo, definitivamente
victorioso y consolidado, al comunismo integral.
2. La
revolución socialista y la lucha por la democracia
La
revolución socialista no es un acto único, ni una batalla en un frente aislado,
sino toda una época de agudos conflictos de clases, una larga serie de batallas
en todos los frentes, es decir, en todos los problemas de la economía y de la
política, batallas que sólo pueden culminar con la expropiación de la
burguesía. Sería por completo erróneo pensar que la lucha por la democracia
pueda distraer al proletariado de la revolución socialista, o relegarla,
posponerla, etc. Por el contrario, así como es imposible un socialismo
victorioso que no realizara la democracia total, así no puede prepararse para
la victoria sobre la burguesía un proletariado que no libre una lucha
revolucionaria general y consecuente por la democracia.
No menos erróneo sería eliminar uno de los puntos del
programa democrático, por ejemplo, el derecho de las naciones a su
autodeterminación, fundándose en que es aparentemente "irrealizable"
o "ilusorio" bajo el imperialismo. La afirmación de que el derecho de
las naciones a la autodeterminación es irrealizable dentro de los
límites del capitalismo
puede interpretarse en
un sentido absoluto,
económico, o en
un sentido condicional, político.
En el primer caso, esta afirmación es radicalmente errónea desde el punto de
vista teórico. En primer lugar, en este sentido son irrealizables, bajo el
capitalismo, por ejemplo, la moneda-trabajo o la supresión de las crisis, etc.
Pero es en todo sentido inexacto que la autodeterminación de las naciones sea
igualmente irrealizable. En segundo lugar, el solo ejemplo de haberse separado
Noruega de Suecia en 1905 basta para refutar la "irrealizabilidad" en
ese sentido. En
tercer lugar, sería
ridículo negar que
con una pequeña modificación en las relaciones
mutuas, políticas y estratégicas, entre Alemania e Inglaterra, por ejemplo, hoy
o mañana podría ser perfectamente "realizable" la formación de un
nuevo Estado polaco, hindú, etc. En cuarto lugar, el capital financiero, en su
tendencia a la expansión, puede "libremente" comprar y sobornar al
más libre gobierno democrático y republicano, y a los funcionarios electos de
cualquier país, aunque fuera “independiente". El
dominio del capital
financiero, lo mismo
que del capital
en general, no
puede ser eliminado con
ninguna trasformación en
la esfera de
la democracia política,
y la autodeterminación pertenece entera y
exclusivamente a esta esfera. Pero el dominio del capital financiero no
destruye en absoluto la significación de la democracia política como la forma
más libre, más amplia y más clara de la opresión clasista y de la lucha de
clases. Por lo tanto, toda argumentación sobre lo "irrealizable", en
el sentido económico, de una de las
reivindicaciones de la democracia política bajo el capitalismo, no es más que
una definición teóricamente inexacta de las relaciones generales y básicas
entre el capitalismo y la democracia política en general.
En el segundo caso, esta afirmación es incompleta e inexacta.
Pues no sólo el derecho de las naciones a la
autodeterminación, sino todas
las reivindicaciones fundamentales de
la democracia política
son "realizables" bajo el imperialismo sólo en forma
incompleta, deformada y como rara excepción (por ejemplo, cuando Noruega se
separó de Suecia en 1905). La reivindicación de inmediata liberación de las
colonias, que formulan todos los socialdemócratas revolucionarios, es también
"irrealizable" bajo el capitalismo sin una serie de revoluciones.
Pero lo que se infiere de ello no es en modo alguno la renuncia de la socialdemocracia
la lucha inmediata y decidida por todas estas reivindicaciones -- tal renuncia
hubiera sido sólo ventajosa para la burguesía y la reacción --, sino justamente
lo contrario, la necesidad de formular y poner en práctica estas demandas, no a
la manera reformista, sino al modo revolucionario; no dejarse constreñir por los
marcos de la
legalidad burguesa, sino
romperlos; no sentirse
satisfechos con las intervenciones
parlamentarias y las protestas verbales, sino atraer a las masas a la lucha
activa, ampliando y avivando la lucha
por toda demanda
democrática fundamental, hasta
el directo ataque
del proletariado contra
la burguesía, es decir, hasta la revolución socialista que expropia a la
burguesía.
La revolución socialista puede estallar, no solamente a raíz
de una gran huelga, o una manifestación callejera, o un motín de hambrientos, o
una insurrección militar, o un levantamiento colonial, sino también a
consecuencia de cualquier crisis política, como por ejemplo el caso Dreyfus[1],
o el incidente de Saverne[2], o de un referéndum con motivo de la separación de
una nación oprimida, etc. El recrudecimiento
de la opresión nacional bajo el
imperialismo exige a la
socialdemocracia, no que renuncie a la
lucha -- "utópica", a decir de la burguesía -- por la libertad de
separación de las naciones, sino, por el contrario, que utilice más
intensamente los conflictos que surgen también en este terreno, como motivo
para la acción de las masas y para los actos revolucionarios contra la
burguesía.
3.
El significado del derecho a la
autodeterminación y su relación con la federación
El derecho de
las naciones a
la autodeterminación significa
exclusivamente su derecho
a la independencia en el sentido
político, el derecho a la libre separación política respecto de la nación que la
oprime. En términos concretos, esta reivindicación de la democracia política
significa una libertad total de propaganda por la separación, y la solución de
ese problema mediante un referéndum en la nación que se separa. De
modo que esta
reivindicación no equivale
en absoluto a
la de separación,
fragmentación y formación de
pequeños Estados. Significa sólo una manifestación consecuente de lucha contra
toda opresión nacional. Cuanto más próximo el régimen democrático de un Estado
a la plena libertad de separación, tanto más infrecuentes y débiles serán en la
práctica las tendencias a la separación, pues las ventajas de los Estados grandes
son indudables ,
tanto desde el
punto de vista
del progreso económico
como de los intereses de
las masas, y
además estas ventajas
aumentan continuamente con
el crecimiento del capitalismo. El reconocimiento de la
autodeterminación no es equivalente al reconocimiento de la federación como principio.
Se puede ser
un decidido adversario
de dicho principio
y partidario del centralismo
democrático, pero preferir la federación a la desigualdad nacional, como único
camino hacia el centralismo democrático total. Precisamente desde
este punto de vista,
Marx, siendo centralista, prefería
incluso la federación de Irlanda e Inglaterra, antes que la sumisión
forzada de Irlanda a los ingleses.
El objetivo del socialismo no es sólo eliminar el
fraccionamiento de la humanidad en pequeños Estados y todo aislamiento de las
naciones, no es sólo el acercamiento mutuo de las naciones, sino también la fusión
de éstas. Y para lograr esta finalidad debemos, por una parte, explicar a las
masas la naturaleza reaccionaria de la idea de Renner y O. Bauer sobre la así
llamada "autonomía cultural nacional" y, por otra parte, exigir la
liberación de las naciones oprimidas, no en difusas frases generales, no en
declamaciones desprovistas de contenido, no "postergando" el problema
hasta el socialismo, sino en un programa político formulado con claridad y
precisión, que tenga en cuenta muy especialmente la hipocresía y cobardía de
los socialistas en las naciones opresoras. Del mismo modo que la
humanidad puede llegar a la supresión de clases sólo a través del período de
transición de la dictadura de la clase oprimida, así también puede llegar a la inevitable
fusión de las naciones sólo a través del período de transición de la total
liberación de todas las naciones oprimidas, es decir, de su libertad de
separación.
4.
El enfoque revolucionario del
proletariado frente al problema de la autodeterminación de las naciones.
No sólo la reivindicación de la autodeterminación de las
naciones, sino todos los puntos de nuestro programa mínimo
democrático fueron planteados
anteriormente, ya en
los siglos XVII
y XVIII, por la
pequeña burguesía. Y hasta estos momentos, la pequeña burguesía sigue
planteándolos todos, en forma2 utópica, sin advertir la
lucha de clases, sin ver que esta lucha se aviva bajo la democracia, y creyendo
en el capitalismo "pacífico". Precisamente así
es la utopía
de una pacífica
unión de naciones
equiparadas en derechos bajo el
imperialismo, utopía que engaña al pueblo y que los kautskianos defienden. En
oposición a esta utopía pequeñoburguesa, oportunista, el programa de la
socialdemocracia debe postular la división delas naciones
en opresoras y
oprimidas, como un
hecho esencial, fundamental
e inevitable bajo el
imperialismo.
El
proletariado de las
naciones opresoras no
puede limitarse a
pronunciar frases generales, estereotipadas, contra las
anexiones y por la igualdad de derechos de las naciones en general, frases que cualquier burgués
pacifista repite. El
proletariado no puede
silenciar el problema,
particularmente “desagradable" para la burguesía imperialista,
relativo a las fronteras de un Estado basado en la opresión nacional. El
proletariado no puede dejar de luchar contra el mantenimiento por la fuerza de
las naciones oprimidas dentro de las fronteras de un Estado determinado, y eso
equivale justamente a luchar por el derecho a la autodeterminación. Debe exigir
la libertad de separación política de las colonias y naciones que “su"
nación oprime. En caso contrario, el internacionalismo del proletariado sería
vacío y de palabra; ni la confianza, ni la solidaridad de clase entre los
obreros de la nación oprimida y la opresora serían posibles; quedaría sin desenmascarar la
hipocresía de los
defensores reformistas y
kautskianos de la autodeterminación, quienes nada dicen de
las naciones que "su propia" nación oprime y retiene por la fuerza en
"su propio" Estado.
Por
otra parte, los socialistas de las naciones oprimidas deben defender y poner en
práctica con especial ahínco la unidad completa e incondicional, incluyendo en
ello la unidad organizativa, de los obreros de la nación oprimida con los de la
nación opresora. Sin eso no es posible defender la política independiente del
proletariado y su solidaridad de clase con el proletariado de otros países, en
vista de todos los engaños, traiciones y fraudes de la burguesía. Pues la
burguesía de las naciones oprimidas siempre trasforma las consignas de
liberación nacional en engaño a los obreros: en
la política interna utiliza estas consignas para los acuerdos
reaccionarios con la
burguesía de las
naciones dominadoras (por
ejemplo, los polacos
de Austria y Rusia, que entran en componendas con la reacción para
oprimir a los judíos y ucranianos); en política exterior, trata de concertar
negociaciones con una de las potencias imperialistas rivales, para realizar sus
fines de rapiña (la política de los pequeños países de los Balcanes, etc.).
La
circunstancia de que la lucha por la libertad
nacional contra una potencia imperialista pueda ser aprovechada, en
determinadas condiciones, por
otra "gran" potencia
en beneficio de
sus finalidades, igualmente
imperialistas, no puede obligar a la socialdemocracia a renunciar al
reconocimiento del derecho de las naciones a la autodeterminación, así como
tampoco los múltiples casos en que la burguesía utiliza las consignas
republicanas con fines de engaño político y rapiña financiera, como por ejemplo
en los países románicos, pueden obligar a los socialdemócratas a renunciar a su
republicanismo.
5.
Marxismo y proudhonismo en el problema nacional
En
contraposición a los
demócratas pequeñoburgueses, Marx
veía en todas
las reivindicaciones
democráticas sin excepción, no un hecho absoluto, sino la expresión histórica
de la lucha en las masas populares, dirigidas por la burguesía, contra el
feudalismo. No hay una sola de estas reivindicaciones que no pudiera servir, y
que no haya servido en ciertas circunstancias, de instrumento de engaño de los
obreros por parte de la burguesía. Destacar en este sentido una de las
reivindicaciones de la democracia política, o sea, la autodeterminación de las
naciones, para contraponerla a las demás, es radicalmente falso desde el punto
de vista teórico. En la práctica, el proletariado sólo puede conservar su independencia
subordinando su lucha por todas las
reivindicaciones
democráticas, sin excluir
la república, a
su lucha revolucionaria por el
derrocamiento de la burguesía.
Por otra parte, en contraposición a los proudhonianos, que
"negaban" el problema nacional "en nombre de la
revolución social", Marx, teniendo en
vista más que
nada los intereses
de la lucha
de clase del proletariado de
los países adelantados, destacaba
en un primer
plano el principio
fundamental del
internacionalismo y del socialismo: no
puede ser libre un pueblo que oprime a otros pueblos. Precisamente desde el
punto de vista de los intereses del movimiento revolucionario de los obreros
alemanes, Marx exigía en 1848 que la democracia victoriosa de Alemania
proclamara y realizara la libertad de los pueblos oprimidos por los alemanes.
Precisamente desde el punto de vista de la lucha revolucionaria de los obreros ingleses,
Marx exigía en 1869 que se separara Irlanda de Inglaterra, añadiendo: "aun
si después de la separación se llegase a la federación". Sólo formulando
esta reivindicación educaba Marx realmente a los obreros ingleses en un
espíritu internacionalista. Sólo así pudo oponer la solución revolucionaria de
ese problema histórico a los oportunistas y al reformismo burgués, que hasta
los momentos actuales, medio siglo más tarde, todavía no realizó la
"reforma" irlandesa. Sólo así pudo Marx defender -- en contraposición
a los apologistas del capital, que vociferan sobre el carácter utópico e
irrealizable de la libertad de separación de las pequeñas naciones y sobre lo
progresista de la concentración, no solamente económica, sino también política
-- el carácter progresista de
esta concentración cumplida
de una manera
no imperialista, y
defender el acercamiento mutuo
de las naciones, no sobre una base de fuerza, sino sobre la base de la libre
unión delos proletarios de todos los países. Sólo así pudo Marx contraponer al
reconocimiento retórico y a menudo hipócrita de la igualdad de derechos y de la
autodeterminación de las naciones, la acción revolucionaria de las masas
también para la solución de los problemas nacionales. La guerra imperialista de
1914-1916 y los establos de Augías
de la hipocresía
oportunista y kautskiana,
que esta guerra
puso de manifiesto, confirmaron palpablemente la
justeza de la política de Marx, que debe convertirse en ejemplo para todos los
países adelantados, pues en la actualidad cada uno de ellos oprime a otras
naciones.
* No es necesario decir que sería
completamente ridículo rechazar el derecho a la autodeterminación a causa de
que del mismo dimana, al parecer, "la defensa de la patria". Con
igual razón -- o sea, con igual falta de seriedad -- se remiten los social
chovinistas en 1914-1916 a cualquier reivindicación de la democracia (por
ejemplo, su republicanismo) y a cualquier fórmula de lucha contra la opresión
nacional, para justificarla defensa de la patria". El marxismo deduce la
aceptación de la defensa de la patria en las guerras, por ejemplo, en las de la
Gran Revolución Francesa, o en las guerras de Garibaldi en Europa, y también la
negación de la defensa de la patria en la guerra imperialista de 1914-1916, del
análisis de las concretas particularidades históricas de cada guerra, y de
ningún modo de algún "principio general", o de un punto cualquiera
del programa.
6. Tres tipos
de países, en lo que se refiere a la autodeterminación de las naciones
En este aspecto es necesario distinguir tres tipos
principales de países:
En primer
lugar, los países capitalistas adelantados de Europa occidental y Estados
Unidos. Los movimientos nacionales
burgués-progresistas terminaron en éstos desde hace mucho tiempo. Cada una de
estas "grandes" naciones oprime a otras en las colonias y dentro del
país. Las tareas del proletariado de las naciones dominantes son exactamente
iguales a las que tuvo el proletariado de Inglaterra en el siglo XIX con
respecto a Irlanda.
En segundo
lugar, el este de Europa: Austria, los Balcanes y, en especial, Rusia. Aquí, el siglo XX imprimió un particular desarrollo a los
movimientos nacionales democrático-burgueses, y agudizó la lucha nacional. Las
tareas del proletariado de estos países, tanto en lo tocante a la culminación
de su trasformación democrático-burguesa como en lo que se refiere a la ayuda a
la revolución socialista de otros países, no pueden cumplirse sin defender el
derecho de las naciones a la autodeterminación. Aquí es particularmente difícil
e importante la tarea de fusionar la lucha de clase de los obreros de las naciones
opresoras y oprimidas.
En tercer lugar,
los países semicoloniales como China, Persia, Turquía y todas las colonias; en total, cerca de 1.000 millones de habitantes. Aquí los
movimientos democrático-burgueses, en parte se encuentran apenas en su comienzo
y en parte están lejos de haber terminado. Los socialistas deben exigir, no
sólo una incondicional e inmediata liberación sin indemnizaciones de las
colonias -- y esa exigencia, en su expresión política, no significa otra cosa
que el reconocimiento del derecho a la autodeterminación --; los socialistas deben apoyar de la
manera más decidida a los elementos más revolucionarios de los movimientos
democrático-burgueses de liberación nacional de estos países y ayudar a su
rebelión -- y si se da el caso, también a su guerra revolucionaria -- contra
las potencias imperialistas que los oprimen.
* Suele
argüirse -- por ejemplo recientemente lo hizo el chovinista alemán Lensch, en
los núms. 8 y 9 de Die Glocke -- que la
posición negativa de Marx respecto del movimiento nacional de algunos pueblos, por
ejemplo, los checos en 1848, refuta la necesidad de reconocer la
autodeterminación de las naciones desde el punto de vista marxista. Pero es
falso, pues en 1848 hubo razones históricas y políticas para establecer una
diferencia entre naciones "reaccionarias" y democrático
revolucionarias. Marx estaba en lo cierto al condenar a las primeras y
apoyar a las segundas. El derecho a la
autodeterminación es una de las reivindicaciones de la democracia, que
lógicamente debe supeditarse a los intereses generales de ésta. En1848, y años
siguientes, dichos intereses generales residían, en primer lugar, en la lucha
contra el zarismo.
** En algunos pequeños países que
quedaron al margen de la guerra de 1914-1916, por ejemplo Holanda y Suiza, la
burguesía explota enérgicamente la consigna "autodeterminación de las
naciones" para justificar la participación en la guerra imperialista. Este
es uno de los motivos que impulsa a los socialdemócratas de estos países a
negar el derecho de autodeterminación. Se defiende con argumentos desacertados
una política proletaria acertada, a saber: negar "la defensa de la
patria" en la guerra imperialista. Resulta así una tergiversación del
marxismo en la teoría y, en la práctica, una especie de mezquina estrechez
nacionalista, un olvido de los centenares de millones de habitantes, de las
naciones avasalladas por las "grandes potencias". El camarada Gorter,
en su excelente folleto Imperialismo, guerra y socialdemocracia, niega
desacertadamente el principio de la autodeterminación de las naciones, pero
aplica este principio con acierto cuando exige inmediatamente "la independencia
política y nacional" de las Indias holandesas y desenmascara a los
oportunistas holandeses, quienes rehúsan presentar esta reivindicación y luchar
por ella.
7. El social
chovinismo y la autodeterminación de las naciones
La época imperialista y la guerra de 1914-1916 hicieron que
adquiriese especial relieve la tarea de luchar contra el chovinismo y
nacionalismo en los países avanzados. En el problema de la autodeterminación se
distinguen dos matices principales entre los social chovinistas, o sea, los
oportunistas y los kautskianos, quienes embellecen la guerra imperialista
reaccionaria, aplicándole el concepto "la defensa de la patria".
Por una parte, vemos a los sirvientes harto declarados de la
burguesía, que defienden las anexiones alegando que el imperialismo y la
concentración política son progresistas, y
negando el derecho a la autodeterminación, pretendidamente utópico, ilusorio,
pequeñoburgués, etc. Entre ellos figuran Cunow, Parvus y los ultra oportunistas
de Alemania, una parte de los fabianos y de los líderes tradeunionistas de
Inglaterra, los oportunistas de Rusia: Siemkovski, Libman, Iurkiévich, etc.
Por otra parte, vemos a los kautskianos, entre los que se
cuentan Vandervelde, Renaudel y muchos pacifistas de Inglaterra y Francia.
Ellos están por la unidad con los anteriormente mencionados, y en la práctica
coinciden por completo con éstos, al defender el derecho a la autodeterminación
de un modo puramente retórico e hipócrita: consideran "excesiva" (zu viel verlangt: Kautsky en
Neue Zeit del 21 de mayo de 1915) la
reivindicación de la libertad de separación política, no sostienen la necesidad
de la táctica revolucionaria de los socialistas de las naciones opresoras, sino
que, por el contrario, ocultan sus obligaciones revolucionarias, justifican su
oportunismo, facilitan su engaño al pueblo, eluden el problema delas fronteras
de un Estado que retiene por la fuerza bajo su dominio a naciones privadas de
derechos, etc.
Tanto unos como otros son oportunistas que prostituyen el
marxismo, habiendo perdido toda capacidad para comprender la significación
teórica y la urgencia práctica de la táctica que Marx explicó con el ejemplo de
Irlanda.
En cuanto a
las anexiones en particular, este problema adquirió una especial actualidad a
raíz de la guerra. ¿Pero qué es una anexión? Es fácil advertir que la protesta
contra las anexiones, o bien se resumen el reconocimiento de la
autodeterminación de las naciones, o se basa en una fraseología pacifista, que
defiende el statu quo y se opone a toda violencia, incluso revolucionaria.
Semejante fraseología es fundamentalmente falsa e incompatible con el marxismo.
8. Las tareas
concretas del proletariado en un futuro inmediato
La revolución socialista puede comenzar en el futuro más
cercano. En este caso, se planteará al proletariado la tarea inmediata de la
conquista del poder, la expropiación de los bancos y la realización de otras
medidas dictatoriales. La burguesía -- y en especial modo la intelectualidad de
tipo fabiano y kautskiano -- procurarían ese momento parcializar y frenar la
revolución, imponiéndole objetivos democráticos, limitados.
Todas
las demandas puramente democráticas, en condiciones de un ataque ya iniciado
del proletariado contra los fundamentos del poder burgués, pueden desempeñar en
cierto sentido el papel de obstáculo para la revolución; pero la necesidad de
proclamar y realizar la libertad de todos los pueblos oprimidos (es decir, su
derecho a la autodeterminación) será tan urgente en la revolución socialista
como lo fue para la victoria dela revolución democrático-burguesa, por ejemplo,
en Alemania en 1848, o en Rusia en 1905. Sin embargo, es posible que antes del
comienzo de la revolución socialista pasen 5, 10 ó más años. Entonces la tarea por realizar será la
educación revolucionaria de las masas en un sentido tal, que haga imposible la
permanencia en el partido obrero de socialistas-chovinistas y oportunistas, y
su victoria, semejante a la victoria de 1914-1916.
Los socialistas deberán explicar a las
masas que los socialistas ingleses -- que no exigen la libertad de separación
de las colonias y de Irlanda --, los socialistas alemanes --que no exigen la
libertad de separación para las colonias --, los alsacianos, daneses y polacos
-- que no extienden la inmediata propaganda revolucionaria y la acción
revolucionaria de masas a la esfera de la lucha contra la opresión nacional,
que no aprovechan incidentes tales como el de Saverne para 12 más amplia
propaganda ilegal en el proletariado de la nación opresora, para organizar
manifestaciones callejeras y actos revolucionarios de masas --; los socialistas
rusos -- los que no exigen la libertad de separación de Finlandia, Polonia,
Ucrania, etc. --, se comportan como chovinistas, como lacayos, cubiertos de
sangre y lodo, de las monarquías imperialistas y la burguesía imperialista.
9.
Actitud de la socialdemocracia rusa y
polaca, y de la II Internacional frente a la autodeterminación de las naciones
Las divergencias entre los socialdemócratas revolucionarios
de Rusia y los socialdemócratas polacos entorno al problema de la
autodeterminación se habían manifestado ya en 1903, en el Congreso que aprobó
el programa del P.0.S.D.R. y que, pese a la protesta de la delegación socialdemócrata
polaca, incluyó en dicho programa el parágrafo 9, que reconoce el derecho de
las naciones a la autodeterminación. Desde entonces, los socialdemócratas polacos
nunca repitieron, en
nombre de su
Partido, la proposición
de eliminar el parágrafo 9 del programa de nuestro
Partido, o de sustituirlo por alguna otra formulación.
En Rusia, donde pertenece a las naciones oprimidas no menos
del 57 por ciento de la población, más de100 millones de personas; donde estas
naciones ocupan principalmente las regiones periféricas; donde parte de estas
naciones es más culta que los gran rusos; donde el régimen político se
distingue por su carácter particularmente bárbaro y medieval; donde todavía no
se llevó a cabo la revolución democrático-burguesa, el reconocimiento del
derecho a la libre separación de Rusia por parte de las naciones oprimidas por
el zarismo, es absolutamente obligatorio para los socialdemócratas, en nombre
de sus objetivos democráticos y socialistas.
Nuestro
Partido, reconstituido en enero de 1912,
aprobó en 1913 una resolución en la que confirmó el derecho a la
autodeterminación y la explicó precisamente en el sentido concreto que acabamos
de señalar. El desenfreno del
chovinismo gran ruso en 1914-1916, que se operó tanto en la burguesía como en
los socialistas oportunistas (Rubanóvich, Plejánov, Nashe Dielo, etc.), nos
impulsa más aún a insistir en esta exigencia y a afirmar que quienes la niegan
sirven de apoyo en la práctica, al chovinismo gran ruso y al zarismo. Nuestro
Partido declara que declina rotundamente toda responsabilidad por tales
manifestaciones contra el derecho a la autodeterminación.
La reciente formulación
de la posición
de la socialdemocracia polaca
en el problema
nacional (la declaración de la
socialdemocracia polaca en la Conferencia de Zimmerwald) con tiene las
siguientes ideas:
Dicha declaración fustiga al gobierno
alemán y a otros gobiernos que consideran a las "regiones polacas “como
una prenda en el próximo juego de las compensaciones, "privando al pueblo
polaco de la posibilidad de resolver por sí mismo su destino", "La
socialdemocracia polaca protesta categórica y solemnemente contra el
fraccionamiento y el desmembramiento de un país entero " . . . Fustiga a
los socialistas que dejaron en manos de los Hohenzollern. . . "la causa de
la liberación de los pueblos oprimidos”. Expresa la convicción de que sólo la
participación en la inminente lucha del proletariado revolucionario
internacional, la lucha por el socialismo, "romperé las cadenas de la
opresión nacional, destruirá todas las formas de la dominación extranjera y
asegurará al pueblo polaco la posibilidad de un libre y amplio desarrollo en
todos los aspectos, en calidad de miembro igual de la unión de los pueblos".
La declaración califica a la guerra de “doblemente fratricida" "para
los polacos " (Boletín de la Comisión
Socialista Internacional, núm. 2, pág. 15,27 de setiembre de 1915; la
traducción rusa apareció en la recopilación La Internacional y la guerra, pág.97).
Estas tesis no
difieren, en lo
esencial, del reconocimiento del
derecho de las
naciones a la autodeterminación, pero adolecen de
nebulosidad y vaguedad de las formulaciones políticas, mayores aún que en la
mayoría de los programas y resoluciones de la II Internacional. Cualquier
tentativa de expresar estas ideas en formulaciones políticas precisas, y de
determinar si son aplicables al régimen capitalista, o sólo al socialista,
demostrará con la mayor evidencia el error que cometen los socialdemócratas
polacos al negar la autodeterminación de las naciones.
La resolución del Congreso Socialista Internacional de
Londres, de 1896, que reconoce el derecho de las naciones a la
autodeterminación, debe completarse, en base a las tesis que acabamos de
exponer, con las siguientes indicaciones:
1) De la particular urgencia de dicha reivindicación bajo el
imperialismo
2) Del carácter políticamente condicional y del contenido
clasista de todas las reivindicaciones de la democracia política, sin excluir a
ésta
3) De la necesidad de diferenciar las tareas concretas de los
socialdemócratas delas naciones opresoras y los de las naciones oprimidas
4) Del reconocimiento inconsecuente, puramente retórico y
por lo tanto
hipócrita en su
significación política, que
hacen de la
autodeterminación los oportunistas y los
kautskianos; 5) De
la coincidencia real
con los chovinistas
por parte de
aquellos socialdemócratas,
particularmente los de
las grandes potencias
(los gran rusos,
anglo-norteamericanos, alemanes, franceses, italianos, japoneses, etc.),
que no defienden la libertad de separación de las colonias y países oprimidos
por "su" nación
6) De la necesidad de supeditar la lucha por esa
reivindicación, como asimismo por todas
las reivindicaciones fundamentales de
la democracia política,
a la directa
lucha revolucionaria de masas por el derrocamiento de los gobiernos
burgueses y por la realización del socialismo.
Trasladar a la
Internacional el punto
de vista de
algunas pequeñas naciones,
y en especial
de los socialdemócratas polacos,
a quienes su lucha contra la burguesía polaca, que engaña al pueblo con las
consignas nacionalistas, llevó a negar erróneamente la
autodeterminación, habría sido un
error teórico, habría sido suplantar el
marxismo por el proudhonismo, y en la práctica equivaldría a un involuntario
apoyo al más peligroso chovinismo y oportunismo de las grandes potencias. La
Redacción de Sotsial-Demokrat, órgano central del P. O. S. D. R.
Poscriptum. En Neue Zeit del 3 de marzo de 1916, que acaba de
aparecer, Kautsky tiende abiertamente la mano cristiana de conciliación al
representante del más sucio chovinismo alemán, Austerlitz, cuando rechaza la
libertad de separación de las naciones oprimidas para la Austria de los
Habsburgo, pero la admite para la Polonia rusa, para brindar un servicio de
lacayo a Hindenburg y Guillermo II. ¡Difícil sería desear un modo mejor de auto
desenmascararse para el kautskismo!
NOTAS
[1] EI caso Dreyfus: proceso de provocación organizado en
1894 por los círculos reaccionarios monárquicos del militarismo francés contra
el oficial judío Dreyfus, del Estado Mayor General, que fue falsamente acusado
de espionaje y de traición al Estado. Dreyfus fue condenado por el Tribunal
Militar a prisión perpetua. El movimiento social que se desarrolló en Francia
en favor de la revisión del caso Dreyfus se realizó en medio de una lucha
encarnizada entre los republicanos y los monárquicos, y dio por resultado la
absolución de Dreyfus en 1906. Lenin llamó al caso Dreyfus "una de entre
las miles y miles de vergonzosas maquinaciones del militarismo
reaccionario".
[2] El incidente de Saverne se produjo en la ciudad de
Saverne (Alsacia) en noviembre de 1913, a consecuencia de las vejaciones
infligidas a los alsacianos por parte de un oficial prusiano. Esto provocó un
indignado estallido de la población, francesa en su mayoría, contra el yugo del
militarismo prusiano. Con respecto a este incidente, véase el artículo de V. I.
Lenin "Saverne", Obras Completas, t. XIX.
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